Mónaco: La seguridad del resultadismo
Analizamos la situación del Mónaco, un equipo que se ha reinventado a sí mismo durante dos veranos consecutivos y que es la sorpresa de Champions

En su primera temporada, el megaproyecto del Paris Saint Germain se vio sucumbido en todas las competiciones, y acabó desesperándose tras perder la Ligue 1 ante el novato Montpellier, que había gastado cuarenta millones menos que ellos en verano. A pesar de ello, el club avaló y apoyó a Carlo Ancelotti, que una temporada después sólo ganó el campeonato liguero y desperdició las dos copas, mejorado eso sí, por unos más que meritorios cuartos de final de la Champions, que pese a que lo vendieron como un resultado muy positivo para los parisinos, lo cierto es que el técnico italiano debió arriesgar más ante el Barcelona. Sin haber hecho ni mucho menos un trabajo titánico en París -como decimos sólo ganó un título de 7 disputados- fichó por el Real Madrid. Hoy, ya sabemos que le fue muy bien. Su adiós fue no solo la obligación del propio PSG por reactivarse, sino la de todo aquél que quisiera encarar al que, desde luego, ya iba a ser el rival a superar para los próximos años en Francia.
Ese camino millonario hizo reaccionar a otros mecenas. El AS Mónaco, un equipo histórico por su peculiaridad y su afán por ser campeón, inició hace ya varias temporadas un multimillonario proyecto equiparable al mastodóntico de los capitalinos. O, mejor dicho, quisieron vender y apuntar a que así sería. Cuando llegó Rybolovleb al club, el equipo monegasco atravesaba uno de los momentos más delicados de su historia pues ocupaba posiciones de descenso en Ligue 2 y la federación le exigió el pago de los más de los cinco millones de deudas que lo acechaban. El magnate ruso pagó y difuminó dichas deudas y además, gastó casi veinte millones en invierno en fichajes que, el por entonces técnico, Marco Simone (mito como jugador que llegó a estar a dos puntos del ascenso cuando en su día llegó como colista y casi sin opciones de salvación), no pudo explotar como deseaban. Fallaron en dos citas clave y perdieron el tren del ascenso, lo que significó un duro revés para el club. Ryboloblev apostó por Ranieri en verano para que el italiano ascendiera al Mónaco al lugar que se merece. Y ese, pese a que muchos pensaron que con cracks sonantes y muchos millones, ya tendría asegurado, ha llegado producto de una mezcla de estilos, juventudes y estrellas que le han devuelto a Champions.
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Y eso que antes de empezar a entrenar, Ranieri ya tenía críticas de los aficionados más radicales de Monte-Carlo. El vestuario sí necesitaba veteranía y Ranieri cumplía estos requisitos, pero su fama de entrenador simplón y defensivo no terminaba de convencer a los hinchas del club. Como era de esperar, Rybolovleb le volvió a dar todo el arsenal ofensivo en cuanto a dinero se refiere. Fichó a jugadores con bastante peso para una liga de Ligue 2 como son Bajrami, Poulsen, Tzavellas, Sebastian Ribas o Lucas Ocampos (consagrado como uno de los jugadores jóvenes del momento y fichaje más caro de la historia de la Ligue 2). Por si fuera poco, Ranieri volvió a enfadar a los aficionados del Mónaco. El hecho de sentar a un montón de jugadores por los que el magnate ruso había pagado una millonada y el hecho de confiar en un joven belga de 17 años llamado Ferreira Carrasco en ataque (líder de esa temporada y clave), alertó a más de uno. Pero el italiano sabía a lo que jugaba. Con un esquema pragmático y sí decidiendo con individualidades de varios jugadores, consiguió (sobre todo con un impulso final acertadísimo fichando a un hasta entonces ‘perdido’ Riviére y dándole fuerza ante un Ibrahima Touré que antes había sido el pilar ofensivo), el ansiado regreso a la élite. El esquema innovador y criticado en su momento por los aficionados le dio resultados al Mónaco. Ganó la Ligue 2 y ascendió con una superioridad abismal respecto a sus rivales directos.
El verano de ese curso es, quizás el punto de inflexión para el Mónaco. Rybolobleb esta vez, gastó todo el dinero que pudo gastar y fichó a cracks de la talla de Radamel Falcao, Toulalan, James Rodriguez, Carvalho, Abidal, Moutinho … El objetivo que se le encomendó a Ranieri fue el de pelear por algún título de Copa, y sobre todo el primordial: clasificar al AS Mónaco a la Champions League para poder fortalecer el club aún más de lo que había hecho anteriormente. También hay que mencionar que además de venir muchos jugadores nuevos, también se fueron una barbaridad, por lo que nunca fue fácil amoldar un proyecto en el que de tu once titular, sólo quedaba el portero del equipo que ascendió a la Ligue 1. Partiendo de esta afirmación la prensa y el público, se exageró mucho con Ranieri. Si es cierto que el fútbol sigue siendo un fútbol poco vistoso, en el que el equipo siempre se encomendaba a James Rodríguez para que saque a relucir su excelente zurda. También es cierto que en las dos copas, el italiano premió a los suplentes y en parte por ello, y por la poca confianza de estos, no vimos al mejor Mónaco en algunas competiciones. Pero también es cierto que fue capaz de pelear el título hasta muy avanzada la competición (hasta la antepenúltima jornada) y que era algo que pocos se atrevían a apostar a principios de temporada.
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Si mirábamos bien su plantilla, ni mucho menos eran estrellas. Jugadores como Fabinho llegaban ‘colocados’ por agentes (y hoy es uno de los nuevos internacionales jóvenes brasileños), Kurzawa debuta en el primer nivel (y hoy ya es considerado el mejor carrilero del futuro de Francia) o Germain-Martial-Riviere, no eran nombres ofensivos que asustaran pese a que todos ellos acabaron marcando un buen puñado de goles clave y hicieron olvidar la dolorosa lesión de Falcao. No todo eran estrella, sino una mezcla que se exageró mucho. Y Ranieri había vuelto a dejar claro que es un entrenador muy flexible en el sentido táctico. Comenzó jugando con una especie de 4-2-3-1 en el que James ocupaba la banda derecha, Moutinho actuaba de media punta y Ferreira-Carrasco y Ocampos se alternaban el puesto en la banda derecha. Este esquema tuvo muchos problemas, ante equipos cerrados. Al ser tan estático Falcao y ante la falta de un jugador que bajara a recibir, el equipo se partía mucho en transición ofensiva. Además, con únicamente Toulalan como medio centro puro y ante la falta de ayudas de Moutinho en tareas defensivas, el Mónaco tuvo muchos problemas para solventar sus problemas defensivos a principios de temporada.
El punto de inflexión quizás llegó con la lesión de Falcao. Sin el colombiano – jugando por la presión de Rybolovleb al haber desembolsado tanto dinero- Ranieri quiso cambiar su esquema por enésima vez en Monte-Carlo. Esta vez, varió del 4-2-3-1 a un 4-4-2 más profundo y ofensivo, en el que se vio beneficiado James Rodríguez, que al tener más libertad de movimientos y permutar con el joven Martial, se convirtió en el jugador tan determinante del Oporto, y por el que el Mónaco pagó 45 millones. Pasó de jugar ofensivo a ser más conservador, y a intentar salir a la contra con James y Moutinho como abanderados de esta premisa. Arriba, la velocidad de Martial y Rivière fue determinante para que el Mónaco ganara los seis partidos que estuvo sin Falcao a finales de 2013 y principios de 2014. Rechazando a promesas emergentes y rechazando a Lacina Traoré -cedido al Everton por petición expresa suya-, el italiano volvió a sacarse un as en la manga: fichar al veterano Dimitar Berbatov, que apenas era regular en los últimos años. No era un jugador muy diferencial fuera del área tampoco, pero sí que con su potable juego de cara y con su espectacular capacidad de gol era un jugador idóneo para las prestaciones de Ranieri.
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Con Berbatov, el Mónaco no varió su 4-4-2 que tantos éxitos le había dado con Falcao, y colocó a Germain junto al búlgaro, para potenciar las permutas y las llegadas de Moutinho y James. Claro. Cuando tu juegas con dos delanteros que se abren tanto a la banda, uno de los centrales debe acompañarle sí o sí, y realizar el lateral la cobertura. Ranieri sabía que los defensas iban a dudar ante tal experimento y así sucedió. Asistencias y goles de Berbatov, James confirmándose una vez más como uno de los jugadores más diferenciales en su línea del mundo, Moutinho recuperando su nivel, Kondogbia adjudicándose la titularidad… El Mónaco no tenía casi altibajos y su único problema, es la defensa. Una defensa muy lenta en la que Carvalho y Abidal evidenciaban que pese a su experiencia, son jugadores que en repliegue y velocidad no tenían ya la fuerza de hace algunas temporadas. Ellos frenaron metas mayores pero el equipo regresó a Champions.
Ranieri había cumplido con creces los objetivos fijados por el club desde principios de temporada. Aun no habiendo ganado un título, el italiano necesitó tiempo para hacer un equipo fiable, sólido y amoldado a la competición, algo que consiguió muy por encima de lo esperado. Renunciar a Ranieri en verano fue una decisión difícil y seguramente errónea en muchos aspectos, pero ese resultadismo, esa base de trabajo y esa mejoría de jugadores en pleno crecimiento, superó de nuevo los rumores, pues no solo no llegaron estrellas, sino que se vendió a Falcao, a James, a Ocampos y a los que seguirán saliendo. Su inicio de curso fue caótico pero su final está siendo tremendo. Una gran racha liguera le ha permitido situarse 4º en Ligue 1 y con fuerzas como para intentar luchar por el título en este tramo decisivo.
Su gran sueño ha sido, no obstante esa Champions para la que no hace tanto, ya fue capaz de llamar a la finalísima. Ahora, como entonces, no se le esperaba. Quizás por eso, tampoco nadie repara en que tras dar la sorpresa en el Emirates ante el Arsenal a la contra y ganar 1-3, debe mantener su línea solvente para seguir adelante. Los de Wenger, que vuelve a la que fuera su ‘casa’, deben no solo ganar, sino marcar mínimo 3 goles a los monegascos, una tarea que no se da en el Louis II desde hace 117 partidos (fue en marzo de 2010 ante el Sochaux y en Cooa de la Liga con suplentes). Ahora, su capacidad defensiva, clave para haber levantado el ritmo en este curso, le hace llevar solo dos derrotas locales en toda la campaña y no haber encajado ni un solo gol en los últimos siete partidos ante su afición. Es la tranquilidad de un proyecto sin las estrellas que todos creen. Es la apuesta por ralentizar y rematar. Es, la seguridad del resultadismo.