Drmic, el último killer del Bayer Leverkusen
Vive a la sombra de Stefan Kiessling, pero tiene un prometedor futuro por delante. Analizamos a Josip Drmic, el último killer del Bayer Leverkusen

Como si de un trasvase subterráneo de fácil filtración y silencioso caudal se tratara, hay países que futbolisticamente quedan vinculados en torno a ciertas afinidades. Una salud financiera potente, un clima frío, mucho profesionalismo en todos sus frentes y la clara sensación de que, por encima de todo, está el orden y el auto-control como método de equilibrio global. El fútbol también golpeado por estas premisas básicas, acaba compartiendo esas cualidades y en Alemania-Suiza, hace ya más de una década que acabó por generar un vínculo casi irremediable. La Superliga Suiza, un campeonato de tercer nivel en la pirámide competitiva europea pero con los ingredientes básicos de todo torneo estrictamente controlado, se convirtió hace mucho tiempo en un perfecto semillero para jugadores jóvenes que actuaran con la única perspectiva de trampolín hacia un reto mayor. No se buscan cracks que mantengan la gloria nacional y aspiren a colocar a sus clubes en los mejores escenarios mundiales, sino a crear promesas que, tras un primer contacto positivo en sus fronteras, encuentren un reto mayor. Y esa vía directa les unió indefinidamente a Alemania.
Esa meta a corto plazo siempre es la Bundesliga, donde todas las grandes perlas que surgen en el vecino suizo, llegan a su campeonato como por decisión soberana y casi única. Existe una prioridad absoluta de los jóvenes helvéticos por enrolarse en un campeonato de crecimiento mundial, de interés progresivo y de organización ejemplar que les permita mostrarse en escenarios históricos. Esa línea adhesiva se conserva de manera drástica hasta en la selección suiza, que hoy es dirigida por un mito germano (Ottmar Hitzfeld) y que suele ver como el 60% de los convocados cada llamamiento internacional, llegan de diferentes puntos del vecino alemán (Benaglio, Djourou, Ricardo Rodríguez, Barnetta, Gelson Fernandes, Klose, Derdiyok o Schwegler) y, sobre todo, hemos visto casi de manera consecutiva a perlas crecientes como Mehmedi, Xhaka o Shaqiri, hacerse hueco en sus clubes más poderosos. El último en unirse a esa lista de promesas que explotan definitivamente en Alemania tras haber triunfado previamente en Suiza, ha roto todas las previsiones y avisa con goles de cara a los octavos de final de la Liga de Campeones: Josip Drmic.
Se trata de un delantero de solo 21 años, diestro, de gran zancada, buena velocidad y una interesante conducción, lo que le hace muy importante para jugar al contragolpe con espacios o como atacante capaz de tener que sacar rentabilidad lejos del área. Tiene un físico poderoso pese a su edad, habilidad para ganar balones por alto aprovechando justamente esto y habilidad individual para leer diferentes alternativas cayendo a banda o retrasando su posición. Destaco esto último porque es lo que realmente está marcando diferencias. Capaz de destruir entre líneas defensas rivales, capaz de jugar de espaldas, capaz de pelear hasta la extenuación cada pelota, capaz de presionar hasta la última gota siendo el más tozudo de cada partido y, desde luego, capaz de aprovechar balones largos o larguísimas conducciones para generar la más mínima sensación de peligro. Gracias a ello se convirtió en el ídolo del Nurenberg y, posteriormente, dio el salto al Bayer Leverkusen.
Drmic nació en Lachen, una comuna suiza a orillas del lago Zúrich, rodeado de montañas y de apenas 8.000 habitantes. Un lugar muy recóndito donde se apuntó a su primer equipo de fútbol, el FC Freisbach, a los 3 años con los niños de la zona y ganó interés cuando un a los 9 años entró en el FC Rapperswil, que según he podido comprobar, es un pequeño club satélite que trabaja para el Zúrich. Se trasladó a la ciudad más potente a nivel futbolístico del país siendo aun un niño, se enroló en las divisiones inferiores del club celeste y creció por todo su organigrama de cantera. Destacó mucho en su primer y único año en el filial, marcando muchos goles y ganándose opciones a debutar en la elite, lográndolo en 2010. Su ascensión fue casi inmediata porque en apenas semanas pasó a ser jugador no solo de primera plantilla de manera fija, sino a ganarse un lugar en el once inicial y a ser el 9 referencial del equipo. Marcó 18 goles en campaña y media, lo que acabó de concretar que su nivel estaba en el tope máximo que permite el citado trasvase mercantil entre Suiza y Alemania.
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Hace dos temporadas, pagando 3 mill € en uno de esos traspasos silenciosos pero poderosos teniendo en cuenta la naturaleza del destino, el Nurnberg apostó fuertemente por sus cualidades para darle acogida en la Bundesliga. Y practicamente desde que marcó su primer tanto en la segunda jornada, no ha parado de generar beneficios a un necesitadisimo conjunto bávaro, donde es líder ofensivo, absoluto ídolo de la afición y clave salvadora con sus 17 goles para pensar en una posible y difícil salvación de categoría en el pasado curso. No fue suficiente para evitar el descenso. Luchador, buen definidor, solitario en todo momento, obligad a contragolpes y siempre bajo la exigencia de bregar por cada metro para buscar rentabilidad, Drmic ha crecido exponencialmente en su primera campaña en un nivel de exigencia máximo. Ha marcado goles de potencia, de definición estelar, de brega, de cabeza, con ambos pies y siempre siendo un incordio absoluto para los defensas rivales. Sus cifras, tan altas como inesperadas para la mayoría, ya hacen que aparezca en las nóminas y deseos de futuro cercano en clubes como Borussia Dortmund o Arsenal, quienes preguntaron por él e incluso lo citaron en diferentes ocasiones. Finalmente, fue el Bayer Leverkusen quien ganó la puja.
Este verano se mudó al BayArena, donde continúa su progresión. No es titular a las órdenes de Roger Schmidt, pero crece a la sombra de Stefan Kiessling. Todavía está verde, pero en breve se convertirá en el nuevo killer del Bayer Leverkusen. Y ese futuro pasa por noches europeas como la que vivirá este miércoles contra el Atlético de Madrid.