Basilea: Gisela Ori, la dame président
La dame président, como se la conoce en cada esquina de la preciosa Basilea, se ha convertido en una símbolo del feminismo en el fútbol

“La naturaleza sólo hace mujeres cuando no puede hacer hombres”. Esa frase tan escandalosamente machista, no pertenece a ninguno de los desgraciados que ocupan gran parte de los sucesos cotidianos de nuestro país por la violencia de género. El autor es un tal Aristóteles, que puso la primera piedra en contra del sector femenino. Esa barrera contra la que han luchado las mujeres a lo largo de la historia, hizo un flaco favor a un sector que hoy en día, salvo casos aislados, se ha ganado a pulso la igualdad demandada.
Afortunadamente, la diferencia entre sexos es nula. Diría incluso que han logrado algo que era imposible de prever no hace demasiado tiempo porque hoy es fácil encontrar una ministra, una empresaria e incluso una presidenta de algo tan masculino como el fútbol. Sí, el deporte patrio para cada ‘macho’ planetario ya no es movido íntegramente por aquellos que lo veneran domingo a domingo desde tiempos ancestrales. Vemos jugadoras, árbitros, asistentes, entrenadoras e incluso presidentas, que se han rebelado contra la naturaleza de un deporte que les apasiona y con el que se sienten tan identificadas como el que más. El ejemplo más cristalino y profundamente profesional lo plasma Gisela Ori.
[video:https://www.youtube.com/watch?v=c7R1z-N-6Lc]
La dame président, como se la conoce en cada esquina de la preciosa Basilea, ha seguido los pasos de otras señoras de armas tomar como Teresa Rivero o Ana Urquijo. Su caso, sin embargo, destaca sobre sus antecesoras pues Ori se paseaba por toda Europa después de haber levantado al club de sus amores, al que hizo campeón durante sus seis años como vicepresidenta. Accedió al cargo en 2006 y, desde entonces hasta 2012, intentó que las raíces helvéticas se extiendan por el continente, una complicada labor que compaginaba, como puede, con sus obligaciones naturales. Las de toda madre de familia.
Está casada con Andreas Oeri, la familia que controla la empresa farmacéutica Roche. Ella, sin embargo, estudió fisioterapia y lo compaginó con su otra debilidad, los peluches (es una mujer al fin de al cabo), ya que en 1988 abrió el Museo de Muñecas, donde se encuentra la mayor colección de Europa de ositos de peluche. Es una mujer fuerte y dinámica, que en su juventud fue gimnasta. Esa importancia por el deporte la llevó a comprender y amar el fútbol por lo que, pese a ser alemana, quiso invertir en el FC Basilea.
Gisela, cuyo pelo rubio ya hemos visto en estas noches de Champions, es multimillonaria, tal y como aseguran sus más de 20 billones de dólares. Tiene una productora de cine, es propietaria de un gimnasio, patrocina varias empresas en contra de la violencia en los estadios de fútbol e incluso ha sido capaz de plantar cara a los radicales de su entidad, a los que intenta impedir la entrada al Saint Jakob-Park. Además, negocia todas las cuentas del club, realiza contrataciones, ajusta a su personal y viaja inseparablemente junto a su equipo. Tanto empeño pone que incluso se metió en la bañera de su vestuario a celebrar un título liguero de su equipo hace unos años.
Si nada lo evita, la presidenta más famosa del mundo tiene dos noches más para disfrutar con el “We Are the Champions”, una canción que no entiende de sexos, sino de pasiones. Eso sí, desde 2012 lo hace aislada, pues dejó la presidencia por decisión personal. Allí había tenido todos los sueños de competición que quizás no pudo mantener en su vida deportiva, pero logró colocar al club de sus amores allí donde nadie hubiera imaginado. Teniendo en cuenta la debilidad del resto de Europa (es decir, de los clubes que no representan las cinco principales ligas), lo del campeón suizo es muy a tener en cuenta un año más. Ori, hoy ante el televisor pero siempre en la mente de todos los suizos, es la mejor excusa del feminismo para gritar a los cuatro vientos que Aristóteles, ese pensador que repudiaba con buenas palabras a las mujeres, era tan sólo un bocazas. Un simple bocazas.