25 años del partido que pudo haber dejado al Barcelona sin Dream Team

Tal día como hoy, la continuidad de Johan Cruyff al frente del Barça estuvo pendiente de un hilo tras una inesperada derrota en Castalia

Hasta la llegada de Pep Guardiola al banquillo del Barcelona, para los culés no había duda de que la mejor etapa de su club había tenido lugar en los comienzos de la década de los 90, con el Dream Team de Johan Cruyff, una época dorada que a punto estuvo de no llegar dado que la continuidad del holandés fue más que puesta en duda durante la temporada 1989/90, tras una inesperada derrota en Castellón.

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El Barcelona acumulaba cinco temporadas sin ganar la Liga y esa campaña debía ser la definitiva. Tras la llegada de Cruyff en 1988 y la profunda renovación de plantilla después del Motín del Hesperia que sólo mantuvo a nueve jugadores de la temporada anterior, la afición aguardó pacientemente a que todos los nuevos jugadores se amoldaran, lo que significaba que la 89/90 debía ser la campaña definitiva para el asalto a la Liga, y más con los fichajes de Laudrup y Koeman entre otros.

Pero la historia comenzó bien distinta. A mitad temporada, el Barcelona seguía la estela de Real Madrid y Atlético y sin desplegar un gran juego. A pesar de cuajar un buen mes de enero, una crisis de juego coronada con un empate en casa ante el Real Oviedo -11º clasificado- en la jornada 22 dejaba a los azulgranas a cinco puntos del líder y desató las alarmas en el club, donde los partidarios de Cruyff comenzaban a temblar y sus detractores se frotaban las manos. El siguiente encuentro en el calendario era un desplazamiento el 4 de febrero de 1990 para enfrentarse al Castellón, 15º en la tabla y sin conocer la victoria en los últimos cinco partidos era el rival a batir, un contrincante que podía apaciguar las aguas de Can Barça. La última victoria de los Orelluts databa de 1973, con un contundente 4-0 en Castalia.

El encuentro se desarrolló con los mismos tonos grises que en los últimos partidos de los de Cruyff, con la diferencia de que se presuponía una fácil victoria. Los locales lograron aguantar con el apoyo de su afición todos los envites de la primera mitad e incluso llegaron a dar algún susto en la portería de Andoni Zubizarreta, pero no sería hasta el segundo tiempo cuando se desató la sorpresa. En una falta de entendimiento de la defensa azulgrana, el joven Víctor Salvador -que estaba cuajando un gran partido- le roba la cartera a Zubizarreta y este comete penalti sobre el jugador local. El propio Víctor se encargó de ejecutar la pena máxima y de colocar el primer y único tanto del encuentro; 1-0 y los tres puntos se quedaban en Castalia. Comenzaba entonces el turno de los despachos azulgranas.

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El equipo no daba muestras de poder levantar la cabeza y el calendario tampoco deparaba nada bueno. Los próximos encuentros enfrentaban a los culés con el Valencia (equipo entonces considerado como un 'decapitador' de técnicos azulgranas, ya que sus victorias propiciaron destituciones como las de Muller, Rifé, Venables o la antesala de Kubala) y Mallorca, además de una polémica asamblea convocada por la subida de abonos en la que no le deparaba nada bueno a Josep Lluis Núñez, principal defensor de Cruyff, tras la que vendría un encuentro ante el Real Madrid.

Los medios hicieron especial hincapié en la 'extrema' paciencia que estaba teniendo el presidente culé con el técnico. "Nunca nadie ha tenido tanto poder en el club con unos resultados tan pobres", declaraban los sectores más críticos en alusión también a los fichajes de Ronald Koeman y el trueque de Gary Lineker por Michael Laudrup, dos jugadores que estaban rindiendo por debajo de lo esperado, aunque el tiempo les deparara un futuro bien distinto.

Finalmente, Núñez apostó por Cruyff en contra de la opinión de gran parte de la afición y socios del club azulgrana. Aquella temporada el Barcelona la concluyó como tercer clasificado a once puntos del líder, el Real Madrid; sólo la consecución de la Copa del Rey con un 2-0 al eterno rival en la final apaciguó los tambores de guerra que sonaron a comienzos del verano de 1990. El holandés continuó al frente del equipo y un año más tarde levantó la que sería la primera de cuatro Ligas consecutivas, dando así inicio a una de las mejores etapas del Barça en su historia que a punto estuvo de no poder realizarse.

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