Ricardo Arias: "No tengo ni 5 euros"
A los 57 años, el mito del valencianismo, vive olvidado, sin alegría, pero sigue teniendo "un par de huevos para hacer lo que sea"

Hubo un tiempo en que llamarse Ricardo Arias era un privilegio, un estatus, un signo de ser alguien respetado, querido, amado, idolatrado. Especialmente en su casa, en Valencia, en el Valencia, donde es el segundo jugador con más partidos jugados en Primera de todos los tiempos (377), y donde sigue ostentando el honor de haber disputado más de 500 encuentros oficiales (501). Esos aplausos de Mestalla hace 22 años que se acabaron, fueron sustituidos por las palmadas en la espalda, y hoy, por el olvido.
"No tengo ni 5 euros para poder mover mi coche". Richard (así lo llamamos los que tenemos amistad con él), está envejecido más que viejo (57 años). Está cansado, hastiado, harto y agotado de la vida y sus miserias. "Llevo 2 meses sin salir de casa, porque ¿para qué voy a salir, dónde voy?". Hemos quedado para charlar, después de un tiempo sin vernos. Y aunque el que suscribe conoce bien su historia, se le sigue encogiendo el corazón cuando la oye. "He estado 11 meses trabajando en una nave de 08 a 20 horas, con un mono azul, limpiando mierda y haciendo recados, pero mi hijo Juan Carlos (18 años, el pequeño de los 4) tiene que comer, y a su padre le sobran huevos para eso y para más".
Decir de alguien que lo ha sido todo en el fútbol, incluso internacional por España un par de veces -más de tres lustros en Primera División, campeón con el Valencia de varios títulos-, que no ha tenido suerte, puede ser violento, contradictorio. Hay quien puede verlo hasta ofensivo. Pero la vida de Ricardo Penella Arias, una vez acabó de rodar el balón, ha sido un desastre detrás de otro, un problema tras otro, una ilusión creada y rota tras otra. Hace 21 años que colgó las botas y nada le ha salido bien.
"Toni, no quiero que cuentes mi historia, ya sabes cómo es la gente aquí (en Valencia), lo único que me queda es mi dignidad y no quiero dar más pena aún".
"Toni, no quiero que cuentes mi historia, ya sabes cómo es la gente aquí (en Valencia), lo único que me queda es mi dignidad y no quiero dar más pena aún". Un ídolo de toda una generación -entre los que me encuentro-, uno de los rostros que el Valencia ha elevado al grado de mito (con sus fotos puestas en la tribuna del viejo Mestalla, que son lo primero que ves cuando llegas al campo), es ahora un señor mayor sin ilusión, sin rumbo, pero con fuerzas todavía. "Yo me pongo de lo que haga falta, si hay que hacer de guía por Mestalla para aficionados lo hago, si me tengo que marchar a una peña lejos de la ciudad de las que nadie quiere ir, yo voy. Hago lo que sea, porque tengo que dar de comer a mi hijo".
"Hace 3 meses me dio un susto fuerte, pensaba que era un infarto, jugando con mis hijos mayores a padel. Estuve ingresado, y al final no fue nada, pero no me hubiera extrañado quedarme en el sitio. No duermo, no puedo. Hace 7 meses que no puedo pagar el alquiler, y no sé cómo aún estoy en casa. No tengo ganas de nada, no puedo hacer nada". No lo nota, pero Ricardo habla y habla, y no dice nada. Da vueltas a su situación, buscando en sus propias palabras un consuelo, una solución, una vía de escape que lo saque del absurdo que es su vida. "Todo el mundo siempre me dice que cuenta conmigo, y yo me fío de todos, pero los meses pasan, y yo hace mucho que no tengo un solo ingreso, ni subsidio, ni nada. No voy a decir que me merezco un puesto en el Valencia, porque eso deben decidirlo ellos, pero yo me pongo de lo que haga falta, de lo que sea, pero no por caridad, sino trabajando".
Ha estado entrando y saliendo del Valencia muchas veces, con puestos pequeños, de ojeador, de representante del club (no lo nombra, porque es su hermano, pero le duele en el alma que Mario Kempes sea lo mismo que podrían ser los dos), colaborando en muchos medios de comunicación, nacionales y locales de Valencia, pero siempre dando tumbos, siempre con la expectativa de algo mejor que nunca llegaba. Siempre esperando una llamada que no se producía.
"No sé chupar el culo a nadie, no entiendo de ir pegando mamazos a todos buscando migajas."
Tampoco él ha ayudado mucho por su carácter. "No sé chupar el culo a nadie, no entiendo de ir pegando mamazos a todos buscando migajas. Sólo busco un puto trabajo, el que sea, para poder ganarme la vida". Ese es Ricardo Arias para los que lo conocemos bien.
"¿Qué voy a contar? ¿Que me he equivocado? ¿Que he ido muchos años por la vida de algo que fui pero ya no soy? Me van a destrozar, Toni, lo van a hacer". Le preocupa, a un tipo que no puede poner 5 miserables euros de gasolina a su coche, el qué dirán. Es un orgulloso, un altanero, incluso un soberbio, pero es su carácter, el que lo hace especial, distinto. El que le permitió estar en la élite casi 20 años de su vida. El que le hizo decir NO a Real Madrid y FC Barcelona y jugar con su Valencia en su Segunda, "nosotros lo metimos en la mierda, nosotros debíamos sacarlo de la mierda". El que le impidió seguir jugando en la selección porque le dijo a Kubala "usted será quien quiera, pero a mí no me falta al respeto". Ha sido Ricardo toda la vida. Ese Ricardo.
"3 años aguantando las promesas de Mario , pero le echaron del hotel, y lo tuve 2 meses en mi casa. Yo sin poder comer, y aquel gorreando lo que traía".
Su pasado reciente, oscuro, absurdo, sin suerte, como siempre, ha sido con uno de los grupos que querían comprar el Valencia. Mario Alvarado, un costarricense que llegó a pasar el corte de las ofertas antes de la venta final, estuvo viviendo varios años en el lujoso hotel Las Arenas de Valencia, sin pagar. "3 años aguantando las promesas de Mario , pero le echaron del hotel, y lo tuve 2 meses en mi casa. Yo sin poder comer, y aquel gorreando lo que traía". Aquella oferta no fue a ninguna parte. La promesa de una vicepresidencia deportiva se fue al garete, y ahora no tiene nada.
"No sé si esto va a servir para algo, no quiero dar pena". Insiste. Una y otra vez. Sinceramente ya hace rato que lo escucho. Es mi amigo, es un mito, y es un tipo sin suerte. Contar verdades no duele al que las cuenta, sólo puede hacerlo al que las escucha.
Ser futbolista es glamour, dinero, fama, éxito, todo. Pero también es tener 57 años, 4 hijos, dos ex mujeres y nada que hacer en todo el día, no tener trabajo y ni un euro en el banco. Eso también es fútbol, eso también es ser futbolista. Ricardo Arias morirá, que sea dentro de muchos años, como es hoy. No va a cambiar. Pero si se ha ganado algo en la vida, en el fútbol, es poder vivir con dignidad.