El gafe de Mourinho en semifinales

A Mourinho se le continúan atragantando las eliminatorias de semifinales, donde su bagaje de efectividad desciende de forma considerable

A José Mourinho se le atragantan hasta el momento las eliminatorias de semifinales, donde su bagaje de efectividad desciende de forma considerable. La historia se repitió contra el Atlético de Madrid y volvió a tropezar antes de subir el último escalón.

Entrenador TOP, comparación de títulos y listas de triunfos ante sus rivales, todo vale cuando José Mourinho desea desviar la atención y de paso alimentar al "The Special One" que circula agazapado junto a él. En esas ocasiones no existe rival o informador que se le resista. Pero incluso reconociendo su grandeza como entrenador, los títulos conquistados (enorme mérito el de aquel Oporto y sus posteriores éxitos en clubes grandes) y la calidad competitiva de sus métodos, Mourinho también tiene miedos.

Cuando llega una semifinal europea, sus equipos dejan de ser efectivas máquinas. En las semis Mou se muestra compungido, inquieto y preocupado. De repente busca el micrófono para soltar al demonio que lleva dentro, casi siempre lo hace con ingenio y en ocasiones con cruel mordacidad. Después de perder su imbatilidad como local en la Premier, la eliminatoria ante el Atlético llega en un momento muy complicado para él.

En 2004, antes de jugarse en Riazor el ser o no ser durante su primera semifinal de Champions, ya soltó la lengua. Le fue bien. Años más tarde calentó otro partido, la célebre tarde en la que se enfrentó con Guardiola en la víspera de su primera semi con el Madrid. Le fue mal. En semifinales Mourinho juega a la ruleta rusa, y siempre decide ser el primero en comenzar la ronda de disparos. Nos referimos al componente extra-deportivo, porque sobre el campo insiste en que sus equipos juegan eliminatorias de 180 minutos sin conceder demasiada importancia al orden de partidos; empatar 0-0 en casa no es preocupante para él.

Pero ciertamente diríamos que para el de Setúbal el juego comienza siempre el día antes. Ante el Barcelona en 2011 perdió la batalla de la forma más dolorosa posible: Pep le dio la medalla de oro de la rueda de prensa, condecoró al rival antes de machacarlo en el campo y hacerle salir por la puerta trasera; expulsado, dolorido, herido en su orgullo por el fracaso de su propuesta y por no contar con un futbolista más determinante que Messi.

En rueda de prensa José Mourinho se superó, pero la derrota le escoció tanto que reconoció que la eliminatoria estaba perdida tras el primer match. Un año antes con el Inter de Milán, cuando Guardiola todavía le dejaba llamarle Pep, le había ganado un puesto en la final siguiendo al dedillo el manual de estilo de Helenio Herrera y su cerrojo, o verrou, o como queramos denominar a aquella renuncia a ultranza del balón, que con diez hombres metidos en su área y delanteros jugando de laterales propuso Mou tras la expulsión de Motta.

Esta vez le ganó la partida. No tuvo que luchar con los micrófonos sino frente a los aspersores del campo que le condenaban a ser hasta el fin de sus días persona non grata en Can Barça. Jugando de esa forma en el Camp Nou ante uno de los tres mejores Barcelona de la historia, puedes perder por uno y que te sirva para llegar a la final, pero el hecho más factible es que salgas goleado, como pasaría meses después. Mou aprendió la lección, y sus planteamientos contra los azulgrana fueron modificados de forma considerable.

Mourinho ha perdido más semifinales de las que ha ganado, aunque también es cierto que las dos veces que consiguió clasificarse para una final de la Champions League lo hizo derrotando a un equipo de la liga española en la penúltima ronda (en 2003-04 dejó fuera al Deportivo con el Oporto y en 2009-10 eliminó al Barça con el Inter). Tal vez este detalle y el hecho de volver a encontrarse con un representante español en semifinales aporte algo de confianza al delicado presente de José Mourinho.

Pero en la recámara siguen apareciendo los malos recuerdos del pasado. Benítez fue la bestia negra de Mourinho en las semifinales de la Liga de Campeones. Aquel gol de Luis García en 2005 dejó sin final a los Drogba, Lampard o Eidur Gudjohnsen; fue la venganza fría del técnico español tras el dedo de Cardiff, el día en el que Mourinho ordenó silencio a la afición del Liverpool en la final de la Copa de la Liga. Se volvieron a ver las caras en aquella liguilla previa con dos equipos ingleses en el mismo grupo. Dos igualadas a cero lograron aplazar la guerra entre dos de los técnicos extranjeros más exitosos de la Premier.

En 2007, hace justo siete años, el Chelsea de José Mourinho se quedó a un paso de la final. Tras derrotar al Valencia en cuartos ganaron en la ida de las semifinales al Liverpool con un tanto de Joe Cole... pero no, esta vez tampoco podría derribar Mou a su bestia negra. Robben y Geremi destrozaron en la tanda de penaltis el sueño de llegar a la final.

Dos semifinales perdidas ante equipos alemanes finiquitaron el sorprendente balance del portugués en las semifinales. Mourinho es el hombre que gana siempre en cuartos y no vence casi nunca en los duelos previos a una final. Ante el Atlético de Simeone se repitió la historia.

EL DEBATE: ¿QUÉ LE PASA A MOURINHO EN SEMIFINALES?

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