Dibujando el Valencia de Pizzi
Los fichajes cambian la cara del equipo
De las peores del mundo. Así tachan a la organización del torneo argentino, al campeonato doméstico del país. La batalla perdida ante la violencia organizada, los cambios frecuentes en el día y la hora de los partidos y sobretodo la gran fuga de los talentos individuales a las grandes ligas europeas desaliñan una competición que antaño fue objetivo de las miradas de medio mundo. Aficionados y analistas no dudan en afirmar que la pérdida de nivel del torneo se acentúa cada año, pero que en esta última edición, donde el San Lorenzo de Juan Antonio Pizzi se declaró campeón, el bajo rendimiento de los clubes se convirtió en el gran protagonista. Con 33 puntos, el club del Nuevo Gasómetro se proclamó rey con la mínima cifra de puntos de la historia del campeonato. Con tan solo 9 victorias en 19 partidos, a Pizzi le recordarán en Argentina por desempolvar su escuadra y cartabón y dibujar un esquema de juego que mantendría hasta el final del torneo. El mismo esquema de juego que el argentino empieza a modelar en Mestalla, encontrando en el Camp Nou su máximo esplendor.
4-2-3-1. Juan Antonio Pizzi no tiene dudas. El equipo debe construirse sobre dos grandes pilares defensivos que doten de seguridad a los hombres de arriba para que salgan rápido con el balón controlado. Mercier y Ortigoza eran los encargados de realizar esa función en San Lorenzo. El primero destacaba por su gran sentido táctico, por su posicionamiento extraordinario en el verde y su capacidad para recuperar balones y redistribuirlos, función con la que se complementaba a la perfección el segundo de los nombres. Oriol Romeu y Keita son esos hombres en el Valencia. El destape del canterano blaugrana como dueño del mediocentro valencianí no ha pasado desapercibido para nadie y se ha convertido en uno de los grandes fijos en los esquemas de Pizzi. Keita debe ser su complemento. El centrocampista que viene a dotar de músculo y pulmones un centro del campo en el que la falta de intensidad ha sido la tónica dominante durante toda la temporada. Este cerrojo monumental a la creación rival debe propiciar y favorecer la subida de los laterales. Laterales veloces que sean capaces de llegar a línea de fondo y desdoblarse con los extremos.
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Kannemann y Buffarini eran esos laterales en Argentina, y después de la salida de Guardado a tierras argentinas, Bernat y Joao Pereira serán los encargados en Mestalla de dotar de superioridad al equipo en las acciones de ataque. Pero la clave, el puñal, la llave maestra de aquél San Lorenzo campeón fue el trívote que formaban Correa, Romagnoli e Ignacio Piatti. Los dos extremos -Correa y Piatti- dotaban al club de Almagro de una movilidad y verticalidad endemoniada. Con la velocidad por bandera, los contrataques adoptaban un nuevo significado y se convertían en una de las grandes señas de identidad del equipo de Pizzi, pese a que él se defina como un entrenador al que le gusta mantener el control de los partidos. Precisamente, en aquellos partidos en los que el dominio del balón se convertía en protagonista, eran los encuentros en los que más le costó abrir el marcador o llevarse los tres puntos. El tercer hombre en discordia es Romagnoli, el dueño del centro del campo, el arquitecto y creativo de San Lorenzo, el capitán, el ídolo de su afición. Pese a estar en el ocaso de su carrera, Leandro Romagnoli seguía llevando el timón de la plantilla. De su buen hacer y de su capacidad de imaginación y transvase de juego dependía el buen hacer del equipo completo.
Su doble aquí en Valencia se llama Daniel Parejo. Ni es un ídolo, ni es un referente, pero la huida de Éver Banega a tierras argentinas y la incapacidad del argentino de asumir los galones del equipo han empujado a Parejo al papel de estrella del espectáculo. Él debe ser el encargado de distribuir el balón y de dotar de fluidez al ataque ché, y Piatti y Feghouli los puñales en banda que le abran los espacios para que nuestro particular arquitecto en prácticas pueda hacer su trabajo, siempre bajo la atenta mirada de la dupla defensiva que vigila su espalda. Villaba, Verón o Alán Ruíz completaban en forma de “9” con movilidad la tripleta atacante del “macanudo”. Los recién llegados, tanto Vargas como Araujo, se identifican claramente con las características que definían a los delanteros que utilizaba Pizzi para completar su once. Pese a todo, la buena imagen de Alcácer y los dos goles consecutivos ante Espanyol y Barcelona le dotan de cierta ventaja a la hora de elegir titulares.
Este es el Valencia que Juan Antonio Pizzi está dibujando a su imagen y semejanza. Este es el Valencia que queda después de la revolución que Rufete ha protagonizado en el mercado de fichajes. Solo el tiempo decidirá si el dibujo termina convirtiéndose en una obra de arte digna de recordar, o en un borrón inmundo en un folio arrugado por los malos resultados.
EL DEBATE: ¿EN QUÉ POSICIÓN TERMINARÁ EL VALENCIA LA TEMPORADA?