Cuando el fútbol se rige por los goles

La Juventus reflexiona tras estrellarse

Analizamos el fracaso de la Juventus de Turín en la Liga de Campeones a través de los ojos de Adriá Soldevila, nuestro corresponsal en Italia.

Es evidente. Quién marca más goles que el rival gana el partido. No hay que hacerle ninguna interpretación a esa afirmación; es así, es poco más que una operación matemática en la que uno más uno son dos. Y el fútbol, como en la mayoría de deportes, vence quién consigue superar al rival como mínimo con un punto más.

¿Por qué digo esto? Simplemente porque afrontar un partido de fútbol esperando a que no haya goles es como suplicarle a tu amante que te haga el amor sin tener orgasmo. Es francamente difícil y no sólo depende de ti que la cosa termine como la querías antes de empezar. Eso le pasó exactamente a la Juventus en Istanbul. Se presentó, ya el martes por la noche, con la misión clara de no conceder ningún tanto, de empatar a cero, de sumar el punto necesario para conseguir la clasificación para octavos de final de la Champions League y eso, en argot futbolístico, es nada más y nada menos que salir a especular.

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Cuando un entrenador, véase Antonio Conte en este caso, decide que lo mejor para su equipo es no arriesgarte a abrir el campo y buscar la portería contraria, las dos únicas cosas que le pueden ocurrir son: una, que no le marquen. Y dos, que le marquen. No hay margen de error, pero lo que sí ocurre es que tu equipo no marcará. Y, por lo tanto, tienes muchas más opciones de encajar un gol, que no de marcarlo.

Puede que la historia esté ya cogiendo un aire un poco rebuscado, pero tras esas expresiones un tanto liosas hay una única verdad: la Juventus se inmoló en Turquía. Y le hubiese podido salir bien, como le pasó ayer al Milan en San Siro, con 10 hombres y también con la intención de poner el cerrojazo para sellar la clasificación. Quién viese el partido de anoche se dio cuenta, sin embargo, que el equipo de Allegri tuvo la suerte que no tuvo el de Conte. Un palo en el minuto 5 de Poulsen y una ocasión tras otra para el Ajax, que no marcó de milagro.

Cuando un equipo decide encerrarse y aguantar un 0-0, es plenamente consciente de que se arriesga a perderlo todo. Un partido perfecto en ese sentido sólo puede terminar en empate a cero, pero un mínimo error te condena. Y ese error en la Juve existió. La prolongación de Drogba, tras un balonazo largo, con el equipo italiano partido por la mitad y con la entrada de Sneijder desde la segunda línea mató a una Juventus que pecó a la italiana. Hay también que darse cuenta de la situación en la que se encuentran las defensas en los equipos de la Serie A para comprender que, hoy en día, el catenaccio no es la solución.

Lo curioso del tema es que al Galatasaray lo dirige Roberto Mancini, uno de los entrenadores más criticados de los últimos años por no saber utilizar sus mejores bazas y por no saberle dar a sus jugadores la intensidad necesaria en los partidos de Champions. Ayer todo ello estuvo presente. Intensidad máxima, Didier Drogba y Wesley Sneijder. Y el Galata está en octavos por una sencilla razón: marcó un gol más que la Juve. El fútbol en sí es eso, el gol.

EL DEBATE: ¿QUÉ LE HA SUCEDIDO A LA JUVENTUS DE TURÍN?

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