Uruguay: Maximizar lo minimizado
La selección uruguaya necesita recuperar su nivel

Azul y grana, desconocido y casi disfrazado. Montevideo alentaba, empujaba e iniciaba sus primeros roces con aquella patria que, día tras día, entre llantos y alegrías, iba a convertirse en su acérrimo enemigo. Uruguay, ese estado de diminuta población pero envidiable carácter ganador, vestía irreconocible en su estreno internacional ante Argentina. La Celeste, denominación colorida hoy mundialmente famosa, buscaba su identidad, y una vez encontrada (pasó por azulgrana, azul marino con banda blanca, blanco inmaculado, verde y hasta albiceleste) allá por 1910, se convirtió en el primer gran referente del deporte rey. Sí, ellos fueron los primeros, alzaron los mejores títulos y aparecieron maximizados para la eternidad.
Sus hazañas, numerosas y de indudable prestigio, hablan de Mundiales, Copas América y hasta Juegos Olímpicos, recuerdos todos ellos demasiado alejados de la actualidad y que carecían de crédito en nuestros días. Usamos el pasado porque toda la fuerza, ambición y entrega del uniforme charrúa, recuperó su estatus universal en Sudáfrica 2010 y lo definió con el mismo proyecto poco después en la Copa América 2011. Primero, soñó como antaño, pues Uruguay reverdeció sus mejores galas, engalanó su currículum con una base competitiva y mantuvo la incógnita de su heroicidad hasta que Holanda se cruzó en su camino. Después, hizo explotar aquellas premisas exitosas con la recuperación de un estatus que otrora le pertenecía. El orden prestablecido por una historia que, pese a todo, lo había minimizado durante décadas. Un pulso a su historia pero, ante todo, un bálsamo que alivia heridas pasadas y recobra toda la garra del otrora ‘gigante’ del fútbol universal. Uruguay es un gigante diminuto. Uruguay es el maximizado que fue minimizado.
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Curiosamente, pese al éxito, el líder de la gesta no contaba con demasiados aliados pre-mundialistas. Oscar Washington Tabárez rompió los argumentos de sus detractores con la mejor clasificación en una fase final desde México 70 pero, sobre todo, amontonando sensaciones positivas. Ahora, el DT cuenta con el apoyo absoluto de la Federación, la prensa y los técnicos celestes que buscaban un acomodo intocable, al menos, hasta 2014, porque el seleccionador (con un sueldo de estrella), es el jefe absoluto al incorporar a su cargo el trabajo de categorías inferiores. Las negociaciones fueron duras pero mientras duraron, la aclamación popular fue clave para convencer a los implicados de un esfuerzo ‘extra’, pues se crearon cientos de grupos en Facebook, respaldando su trabajo. El único problema del seleccionador desde entonces ha sido ‘extra-deportivo’ y vinculado a su vida privada. Cierto es que, la mala dinámica de su selección en las eliminatorias para estar en Brasil 2014 (sufre para entrar), han rentabilizado a los osados críticos.
Nadie, ni siquiera el propio míster, ignora que “el principal reto sigue siendo alcanzar la fase final de Brasil 2014”, pero manteniendo la base estructural y ese clon uruguayo mundialista, ha levantado enormes expectativas. Un grupo poderoso en lo competitivo y de enorme solidez defensiva, gracias a Lugano, Victorino o Diego Pérez, que respaldó un trabajo a largo plazo con un desenlace ilusionante. Esas premisas, bien representadas en el césped, fueron la base que liberó a sus cracks ofensivos, lo que les otorgó un ‘extra’ de incuestionable valor cuando Forlán se convirtió en el goleador franquicia y sus ‘escuderos’, Cavani-Luis Suárez, ofrecían alternativas de lujo desde segunda línea. Todo bien respaldado por jugadores competitivos pero capaces de aportar como Álvaro Pereira, Maxi Pereira o Gargano.
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Como ya se reflejó en diversas fases del último Mundial, el gran problema, diría que casi mal endémico, es la creación. Aunque nunca les importó. Ellos son sangre, sacrificio, fuerza y garra. No son magos, son fontaneros de lujo. Una medular infranqueable, de muchísimo recorrido, trabajo, repliegue y temperamento pero incapaz de organizar e iniciar con inteligencia la transición ofensiva. Sólidos pero carentes de técnica, la debilidad queda más visible cuando los llegadores, nada liberados de trabajo, retrasan muchos metros para conectar con su mediocampo. Un claro déficit que lima sus aspiraciones en citas donde tendrá que llevar el peso por encima de la fortaleza de sus colores. El único que podría evitar algo así es Gastón Ramirez, aun muy discontinuo y sin el protagonismo necesario en el grupo como para paliar ese liderazgo creativo.
Pese a su reciente y esperanzador éxtasis sudafricano, pese a la recuperación de premisas traducidas en títulos y pese a su mal momento para un futuro cercano exitoso, nadie tendrá excesivos respetos a Uruguay en la Copa Confederaciones. Las previsiones entienden que La Celeste está en el primer podio alternativo tras España-Brasil-Italia y que, por historia, recuperación moral y jugadores desequilibrantes, debe aspirar a una actuación ilusionante en cada torneo. Es su destino. Es su historia. La del país más pequeño, la del país más grande. Maximizando lo minimizado.