Copa Confederaciones 2013: Análisis del Grupo B
Hay una estadística fatal. Cierto que a España eso de los números (guarismos si se quiere ser más puntual con el estilo atractivo que emana la Roja europea), nunca le ha importado. Primero porque pasó medio siglo sin saber lo que era levantar algo. No hablamos de campeonatos de menor perfil, sino de cualquiera. No ganaba nada, lo habitual era perder, ser sobrepasado en días grises, acumulando miles de excusas y explicando cómo cada uno podía, el desastre que se había vuelto a repetir. Tampoco importó cuando la brillantez y el exitismo se apoderó de nuestras mentes, pues si nadie había ganado consecutivamente dos Eurocopas y un Mundial, allí estaban los ibéricos más mediáticos del planeta. El siguiente reto no es esta Copa Confederaciones, sino el próximo Mundial 2014. Eso sí, ahora la estadística vuelve a intentar arruinar la alegría, pues asegura que todo aquél que ganó el torneo previo (la Confederaciones), jamás pudo repetir un año después con la más deseada de todas. ¿Será España capaz de torear a la historia?
ESPAÑA
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Ese tridente victorioso que nos llevó hasta aquí, se topa ahora con una larga lista de problemas, todos ellos derivados de estadísticas negativas desde un contexto tan álgido. Cuando estás en la cima, las previsiones difícilmente pueden resultar aún más optimistas y España sabe que volver a recuperar su mejor nivel, pasa por encontrar soluciones a males endémicos de la pelota. El desgaste físico es muy notorio en la mayoría de jugadores, algunos habiendo quedado por el camino (Xabi Alonso o Puyol) y otros, rozando sus peores niveles históricos (Xavi, Silva, Iniesta…). Un sistema que vive de la aportación generalizada de sus estrellas pero que mantiene la necesidad en pilares que están en esa lista gris, lo que amplía la sensación de duda. Si a ello le añadimos la extraña campaña que han vivido Iker Casillas (capitán ninguneado por Mourinho en su club), Villa (sin haber recuperado la continuidad plena desde sus lesiones), Torres (alcanzando su mejor momento anímico en este final de curso tras todo tipo de altibajos) o Cesc (suplente en muchos de los encuentros claves de su club), la situación se torna más difícil de afrontar de lo que sus éxitos recientes permiten ver al resto.
La cara positiva a la que agarrarse hablaría del extraordinario curso y forma que se han marcado Javi Martínez, Juan Mata, César Azpilicueta o incluso Soldado. Será luchar contra los elementos, contra el cambio generacional, contra luchas personales y contra aquella estadística que recuerda que un campeón de la Copa Confederaciones jamás ha levantada posteriormente el Mundial. Mejor será no tentar a la suerte…
URUGUAY
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“No pido piedad, solo aspiro que haya gente que crea en esto”. Fue la frase de presentación. Cuando Washington Tabarez se sentó al examen de entrenador, venía en camino su cuarta hija y su sueldo de profesor no estaba en el mejor momento. Ante la inviabilidad de sacar adelante las metas deseadas, decidió impulsar sus conocimientos con la pelota, aquella que a los 31 años le había obligado a retirarse tras una inoportuna lesión de rodilla. Años después, soltaba un discurso, ya desde lo más alto del fútbol nacional, desde el puesto de seleccionador. Y logró que el país más rentable con el fútbol por metros cuadrados (apenas 3 millones de habitantes pero 20 títulos internacionales absolutos en su historia), escuchara sus premisas, creyera en su sacrificio y comprendiera que sus metas eran, ni más ni menos, que recuperar la identidad. Su enigmático Mundial 2010 propició un contrato estelar, una renovación boyante y un sueño personal pues era el primer paso para demostrar que estaban de regreso, algo recalcado con la victoria en la Copa América dos años después. Un colectivo tremendamente experimentado, muy competitivo y siempre correoso, generó nuevas perspectivas apoyadas en la pegada de sus estrellas ofensivas, un tridente que, solo por fases, ha rendido al completo. Cuando Forlán marcaba, Cavani caía a banda y Suárez no aparecía o viceversa. Hoy, con la misma base desde 2006, la realidad es que el primero es capitán y mito, pero no puede seguir la estela de sus compañeros. Conseguir el contexto ideal para ellos será su gran meta. Si lo consigue, algo que no fragua desde hace mucho (ahora mismo quedaría fuera de Brasil 2014), pueden aspirar a todo.
NIGERIA
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El día y la noche. Una cara completamente diferente. No partían con demasiadas presiones y esa valoración previa, respondía a la falta de regularidad y de proyección que había demostrado en los últimos años a nivel global. Las Súper Águilas llevaban dos décadas de autismo, perdidas en su continente, siendo sancionados por diferentes escándalos y sin lograr aparecer en citas de interés mediático. Pero de un plumazo, la mano dura de su seleccionador, el caracterial y experimentado Stephen Keshi, estructuró una generación a su medida, a la que sacó recursos ofensivos para ser la gran atracción y convertirse nuevamente en campeón de la CAN 2013. El resurgir, sin embargo, no ha tenido continuidad meses más tarde en esta lista, pues llega a la Copa Confederaciones mermadísimo por las bajas, muy sensibles, de Victor Moses y Emmanuel Emenike o, lo que es lo mismo, jugadores determinantes en esa fase final africana. Tanto ha tenido que improvisar que el técnico, ya conocido por tomar decisiones drásticas, ha preferido seguir esa línea de regeneración e introducir nueve caras nuevas llenas de juventud pensando en el mañana. Su apuesta es tan firme que pese a las críticas por llevar a excesivos jugadores del campeonato local, él ha recalcado ahora más esas premisas que buscan unidad y ausencia de egos exagerados. El más poderoso de ellos es suyo propio, pues el constante reto con su federación continúa con faxes y declaraciones constantes por el injusto trato que le dispensan. Sin muchas de sus estrellas, el torneo parece un reto personal que puede arrastrar al técnico y al proyecto de no llegar buenas noticias. Dependerá de un recién recuperado Obi Mikel, de la revelación de la pasada cita africana Sunday Mba y de la potencia ofensiva de Ideye-Uche. Falta mucho de lo que les hizo recuperar grandeza. Un campeón africano muy debilitado.
TAHITÍ
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Una diversión impensable. Una fiesta interminable. Los tahitianos son como tu amigo de tercer nivel español que tiene cierta habilidad o tu sobrino el que apunta maneras en el filial del equipo juvenil de cierto renombre. No cabe la posibilidad de análisis, de valoraciones reales o de sensaciones que puedan transmitir futbolísticamente, porque aunque es cierto que lograron la heroica de proclamarse campeones de Oceanía por vez primera en su historia, todo forma parte de una extensa lista de casualidades. La primera, que en la Confederación oceánica ya no está Australia desde hace varios años (decidió ser más competitiva y jugar en Asia) y, desde luego, que Nueva Zelanda, la principal favorita y la que siempre coloca a sus clubes como referentes del continente, perdió de manera inesperada en semifinales de la OFC Nations Cup que da acceso a esta Confederaciones. El mérito de Tahití fue superar las previsiones e imponerse a Islas Salomon y Nueva Caledonia (ambos por un pírrico 1-0). La única realidad habla de la selección más modesta del torneo, la que solo tiene un jugador profesional en sus filas (el mítico Vahirua, que tras toda su carrera en Francia, juega ahora ya veterano en el Panthrakikos). Los tahitianos, dirigidos por Eddy Etaeta, aseguraban estos días que son “un equipo de aficionados, con actitud de profesional”, hasta el punto que un tercio de su plantilla está sin empleo en una Polinesia francesa duramente afectada por la crisis. Su joven ‘perla’, el atacante Stevy Chong-Hue, de 23 años y que marcó el gol que les hizo campeones en su continente, trabaja como operador telefónico. Un ejemplo que debe situarnos en lo que es la selección tahitiana es que en su último partido de preparación, recibieron una goleada (7-0) de parte de la selección Sub20 de Chile. Los 'Toa Aito' (Guerreros de Hierro, en tahitiano), solo quieren disfrutar su semana grande.