Hugo Sánchez, la fábula del icono frustrado
El mexicano encadena fracaso tras fracaso en los banquillos
Hugo Sánchez ha sido un icono como futbolista, pero un fracaso como entrenador. El que fuera un goleador letal encadena malas experiencias en los banquillos. Analizamos los constantes tropiezos del ahora entrenador méxicano.
Es enérgico, obstinado, ambicioso y desde un punto de vista externo, excesivamente prepotente. Metódico, ordenado y detallista, pero capaz de mostrarse atento, amable y diplomático cuando le conviene pues, en él, existe un dualidad desconcertante que puede despertar su lado más duro y enérgico. No se trata de una opinión personal, sino de la etimología real del nombre Hugo, utilizado durante años por cómics, dibujos y fábulas, para expresar de manera breve y concisa una enseñanza que entretenga. En España, recuerda sin ninguna duda a uno de los mejores delanteros de la historia de la Liga, Hugo Sánchez que, tras su paso glorioso por Atlético de Madrid, Real Madrid y Rayo Vallecano, edificó el relevo y reconstrucción del fútbol mexicano en la distancia (junto a algunos compañeros de generación) gracias a mediáticas chilenas y voleas para acrecentar su, aún hoy, gran aureola goleadora.
Sin embargo, ese perfil estelar que guarda gracias a sus impactantes registros anotadores, no guarda relación con el poco afecto suscitado en su país, donde sí creció como joven promesa pero donde siempre fue tachado de arrogante y vanidoso debido a comentarios y declaraciones concretas. Esta semana, esa dinámica aglutinó a mayores detractores pues sus críticas a la labor de Hugo Sánchez como director técnico del Pachuca mexicano (uno de los más grandes del país), acabaron por costarle el puesto tan solo seos meses después de estrenarse en su labor. Un descalabro más en una larguísima carrera en los banquillos que no sólo jamás ha terminado de arrancar, sino que ya ha contado con grandes proyectos como para haber construido una idea de estilo, premisas e identidad. Sus fracasos nunca pasan desapercibidos allá y acá, donde sus ancestrales goles pierden crédito a diario, ensuciando la imagen del que posiblemente sea, pese a todo, mejor jugador de la historia del fútbol azteca.
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Y es que toda la habilidad que Hugo demostraba cada vez que marcaba goles en la Liga, haciéndose famoso igualmente por sus volteretas, por entonces pioneras (gracias a que su hermana fue gimnasta olímpica en Montreal 1976), se ha convertido en incapacidad para estabilizar proyectos deportivos como líder. Su fama y poder como icono de la élite ochentera, le abrió las mejores puertas cuando decidió retirarse (en 1997 con 39 años y tras diez clubes), teniendo rápidas opciones de sentarse en banquillos mexicanos con un PUMAS del que salió poco después por problemas con una directiva que lo llamó meses después para protagonizar un hito histórico, pues pese a la duda existencial sobre sus habilidades, su arranque aún es estadísticamente inigualable. Y es que Hugo logró el bicampeonato en 2004, siendo aún hoy el único entrenador en haberlo logrado.
Tal fue la amalgama de elogios (pese a una errónea etapa en Necaxa), que se multiplicó notablemente su orgullo como elemento indispensable de la historia del fútbol azteca cuando recibió la llamada de la selección nacional. Los mexicanos deseaban limpiar nuevamente su impronta tras constantes fracasos y la llamada al killer respondía a un intento nacional de estabilizar el sentimiento patrio sin proyectos extranjeros tras la dolorosa etapa con La Volpe. Pese a resultados esperanzadores en sus primeros partidos, la derrota en la final de la Copa de Oro ante USA tras un torneo muy deficiente (se sufrió en todo momento), truncó la propuesta caracterial de Hugo, que volvió a tomar aire tras vencer a Brasil pocas semanas después en la Copa América, donde llegó a semifinales tras golear históricamente a Paraguay (6-0) para perder, como dos años antes en Alemania 2006, ante Argentina. Pese a haber levantado el orgullo del fútbol nacional, su adiós llegó como producto de disparidad en su personalidad, nada acorde con la de la afición, que siempre lo tachó de ser un personaje excesivamente prepotente y ególatra (más allá de ser eliminado en el pre-olímpico 2008 por Canadá y Guatemala).
Obligado a empezar de cero lejos de su país, donde su imagen había quedado impregnada de sensaciones alarmantemente negativas, decidió adentrar sus tentáculos en su ‘estado adoptivo’. Llegó a la Liga como opción urgente de un Almería encasillado en zona baja, buscando la salvación con el mexicano ya en el mes de diciembre y a pesar de que logró su cometido al mantener al equipo en Primera División, sus pobres resultados a inicio del siguiente curso, le volvieron a sacar de un banquillo un año después. Durante tres años vagabundeó por diferentes medios de comunicación mexicanos y españoles, donde siempre guarda contactos y afectividad variada, entrando nuevamente en concierto deportivo hace seis meses con el ya fallido intento en Pachuca (que ha asumido su marcha pese a tener seis meses más de contrato y tener que pagar una fuerte indemnización por ello).
Cuatro aventuras diferentes a nivel de clubes y uno como seleccionador que vaticinan una carrera dubitativa en los banquillos, por más que Hugo se empeñe en recalcar cada vez que tiene un micrófono cerca, que su sueño no es otro que acabar dirigiendo al Real Madrid. Hasta que ese cómico sueño encuentre los quiméricos argumentos para cumplirse, el gran mito del fútbol mexicano sigue decayendo a nivel global (nada que ver con el rango social que mantienen de sus iconos en otros países de América), instruyendo a todos aquellos héroes nacionales que llegan tras él buscando seguir los pasos cómodos del césped al banquillo. Es su doctrina, su enseñanza y su fábula. La del icono frustrado.