Libertadores: Las claves del Corinthians campeón

Análisis del ganador de la Copa Libertadores

La ‘Nación Corintiana’ llevaba 35 años de burlas desde que allá por 1977 Corinthians debutó en la Copa Libertadores. Nueve participaciones fallidas, nueve fracasos sonados y hasta ocho enemigos nacionales que ya habían festejado las mieles de la corona americana (Sao Paulo, Santos, Cruzeiro, Gremio, Flamengo, Vasco, Palmeiras e Inter PA) para regocijarse ante el Timao. La décima fue la vencida y en su primera finalísima, unificó toda la fuerza, competitividad y mentalidad que lo había colocado ya como poderoso campeón del Brasileirao en base a automatismos defensivos inigualables en todo el continente. El camino no fue nada fácil, sobre todo por la entidad de sus rivales en las eliminatorias directas, pero la solvencia demostrada en todas ellas, durmiendo el ritmo, aprovechando su repliegue defensivo y sacando brillo de sus individualidades, les hizo festejar el triunfo final en la Copa Libertadores por vez primera en su historia.

Esencial rendimiento defensivo con cifras irrepetibles: Para llegar a su primera finalísima de Copa Libertadores, Corinthians ha multiplicado y mejorado un estilo sobrio, sólido y consistente en zona defensiva. Tanto que sus cifras son casi irrepetibles pues con siete victorias, seis empates y tan sólo cuatro goles permitidos, se ha convertido en el séptimo club de la historia de la competición en salir campeón sin haber sido batido. Un regular Julio Cesar bajo palos (pese a que ahora el espigado Cassio parece haberse convertido en titular improvisado y rindió bien en la final) y una línea feroz formada casi con obligatoriedad por Alessandro, Chicao, Leandro Castán (atentos a este grandísimo zaguero que acaba de fichar la Roma) y Fabio Santos, encontró el perfecto equilibrio.

Dos pivotes defensivos como ‘marionetas’ del sistema: La identidad plena a estos conceptos defensivos y a esa intensidad en la marca y colocación, llega gracias al doble pivote formado por dos nuevos internacionales brasileños. Uilitarios, de formato básico, de intensidad plena y, sobre todo, de compromiso colectivo inigualable. Ralf y Paulinho. El primero responde al perfil de coberturas constantes, ayudas, contención y destrucción sin perder nunca su zona delimitada por un sistema para el que parece haber nacido. Tité le hizo fuerte, le dio confianza, le liberó de otras obligaciones y delegó en él a su continuación en el césped. El segundo es más llegador, con buen disparo desde la frontal, con más fuerza en segunda línea y con mayor amplitud, aunque con enorme desgaste para repartirse en tareas duales. Una productividad asombrosa que destruye el canon prestablecido del fútbol brasileño y que le otorga un aspecto diferencial que contribuye determinantemente a sus últimos éxitos nacionales e internacionales.

Individualidades, justas, básicas pero determinantes: Resulta muy extraño comprobar cómo todo un campeón brasileño y ahora rey de la Libertadores, no maneja estrellas consolidadas en sus labores ofensivas. No hay iconos representativos del club en otra época, ni tampoco veteranos que han regresado al Timao para acabar sus días (como hiciera Ronaldo o Roberto Carlos hace poco), pero tampoco una joven perla de su cantera que se prodigue de inmediato para el fútbol europeo. El más cercano a ese corte podría ser el mítico Liedson, pero su aportación ha sido decreciente con el paso de los partidos hasta ser suplente fijo. Por ello, las individualidades que han roto a las defensas rivales y que han permitido que el mecanismo defensivo de Tité tuviera apoyos globales, las han puesto en su justa medida, jugadores de perfil secundario que han aumentado su caché considerablemente. Allí está el singular Emerson Sheik, que después de cientos de polémicas con la justicia por un carácter peculiar, regresó de Catar para convertirse en el bi-goleador de la finalísima. Pero también lo ha sido por momento el veloz Jorge Henrique y el recién llegado Romarinho (autor del gol en la Bombonera). Sólo Alex, con su disparo poderoso con la zurda, establece la aureola de líder secundario. Todos, perfectos para la contra por su rapidez, arrancada e imprevisibilidad, aunque ninguno de ellos delantero centro referencial sino llegadores y extremos.

Tité, un técnico brillantemente austero: “Muy buen trabajo. Gracias”. Fueron las últimas palabras de Adenor Leonardo Bacchi ,Tité, entrenador de Corinthians, a los medios ya metido en su vestuario. Ante todo respeto. Ante todo buenas palabras. Ante todo, modales. Y a este Timao le ha traspasado su filosofía, la que trastocó por completo para cambiar el escepticismo de una exigente afición que pocas veces confió en su ideología como base del éxito global, pero que ahora honra al técnico que por fin les llevó a lo más alto. No es brillante, no es espectacular, pero sí altamente competitivo y sólido con un formato que les representa. El encargado de darle identidad, sentido, poder, orden táctico y espíritu, aprendió de Luiz Felipe Scolari y Mano Menezes, sus compañeros sureños. No tiene grandes estrellas, tampoco un maestro medular ni un extremo individualmente glorioso, por lo que prima el orden en el vestuario y lo colectivo por encima de las individualidades (así ganó en 2008 la Copa sudamericana con Inter PA).

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