La Italia que defiende sin catenaccio

Los italianos han cambiado su filosofía para reencontrarse con el éxito

Contra todo pronóstico, Italia está en la final. Sí, ésa que en la concentración se le presentó la guardia que notificaba a Criscito de que estaba siendo investigado en el caso de apuestas; ésa que en su único partido de preparación cayó con un sonoro 0-3 ante Rusia; ésa que estuvo al borde de la eliminación y dependía de que en España-Croacia no hubiese un biscotto. Sí, ésa está en la final después de dos partidos magníficos ante dos rivales históricos como Inglaterra e Alemania.

Prandelli ha logrado ganar la batalla más difícil de todas y es hacer que Italia gane sin que se le tilde de rácana y catenacciara, sino que hoy todos admiren el que trate bien el balón, no le incomode tenerlo, no espere metida atrás y agreda al contragolpe. Ahora mismo el gran nombre de La Nazionale es Andrea Pirlo que ciertamente viene de una temporada monumental y está haciendo una Eurocopa fantástica, pero que nunca antes en su ya extraordinaria carrera había tenido la resonancia mediática que está teniendo ahora. También se habla de Mario Balotelli por su extraordinario gol ante Irlanda y el exquisito doblete ante Die Mannschaft. Otro que del que se ha hablado mucho ha sido de Daniele De Rossi, quien se ha multiplicado en el centroderecha del mediocampo y sirviendo de apoyo a Pirlo en el vértice bajo del rombo para que el regista salga a hacer sus deberes con mayor comodidad. Pero de tanto hablar de esta nueva identidad italiana y dejarse encantar que la mayoría se ha olvidado de apreciar la que históricamente ha sido la identidad de esta selección: la defensa.

Chiellini, Barzagli, Bonucci, Abate y Balzaretti se han combinado de una u otra manera para hacer una Eurocopa de tres goles encajados (uno de penal) y gran seguridad atrás permitiendo que un módulo como el 4312 que prevé un único recuperador, que ni siquiera está posicionado por delante de la defensa, funcione sin padecer mucho cuando no tiene el balón. Sólo por dejar unos números, ante Alemania la defensa itálica logró hacer 23 cierres efectivos.

La calidad de la última línea italiana se debe más a la calidad individual de sus interpretes, que están en un estado de gracia notable; de hecho, el dato más abrumador es quizás el hecho que en toda la temporada 2011/12, Barzagli ha perdido un único “uno contra uno” y no fue decisivo (fue ante El Shaarawy en Coppa Italia). Quizás guste poco y no sea popular, pero defender también es un arte, quizás más cubismo mientras que atacar sea más impresionismo, pero es arte al fin y no debe ser infravalorada. Sin los cierres de Barzagli y Bonucci, las anticipaciones de Balzaretti y Abate, las intercepciones de Chiellini la Azzurra no estaría en la final. De Buffon no vale la pena hablar; la espectacularidad de sus salvadas están a la vista de todos.

Ha aprendido a jugar gustando, está en la final con un rostro renovado pero no se confunda nadie: la esencia italiana sigue viva y es la “culpable” de que este nuevo curso azzurro esté dando sus frutos. Italia es y será siempre sinónimo de defender, pero no de catenaccio.

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