Italia: Il direttore Andrea Pirlo
El mediocentro está viviendo un año de ensueño

El momento más fascinante en el concierto de una orquesta es esa transición entre esos minutos en los que cada instrumento afina por su lado y luego la perfección de hasta 100 sonidos componiendo una única melodía. La diferencia entre un instante y otro la hace la entrada del director, con su batuta, presto a marcar el ritmo, los tiempos, la entrada de cada instrumento después de un silencio. Al final, si habrá cumplido con su misión, el público reservará sus mayores aplausos al primer violín o solista de turno.
Algo bastante parecido pasa con la figura del regista en el fútbol moderno. De buenos pies y dotado de gran visión de juego, es el punto de equilibro del equipo, separa defensa y centrocampo, decide los tiempos y espacios, da la asistencia perfecta y para que otro sea exaltado por el gol. Dicho así parece hasta exagerado pero la historia de Andrea Pirlo es la fiel demostración de cuan subvalorado pueda ser un regista.
El domingo maravillaba al mundo entero con ese frívolo penal a lo Panenka en el cuarto de la Euro ante Inglaterra y ya había sido exaltado a lo largo de la temporada por su extraordinario rendimiento con la Juventus. Sin embargo, son muchos los que han llegado tarde al magistral concierto de este director, que empezó hace más de una década.
Amantes del fútbol, periodistas y demás personas se dejaron distraer por los fenómenos mediáticos, llámese Balón de Oro, que siempre estuvieron delante de él. Primero fue Shevchenko, luego Kaká, después Ronaldinho sin contar a otros jugadores que por clase o corazón, como Maldini y Gattuso, daban más de qué hablar. Pase que fuera un genio incomprendido, pero en su caso ni siquiera sus propios clubes creyeron en él.
En el verano de 2001, Moratti le cedió al Milan en un intercambio a la par por Andrés Guglielminpietro (¡!). Con los rossoneri, Ancelotti es quien lo retrocede de mediapunta a regista y comenzó esa exquisita carrera que pocos han sabido apreciar en su justa medida desde un principio. Hace un año, tras una aventura de 10 años y 10 títulos con Il Diavolo, problemas de tipo táctico con el entrenador y de renovación empujaron al jugador a emprender otros rumbos.
Nunca tuvo una palabra de más ni desahogos frente a los micrófonos; de mirada granítica, il genio siempre ha preferido hablar con los pies ya sea con un balón quirúrgico a los pies de un compañero, un pase gol, uno de esos tiros libres absurdos que puedes ver mil veces y todavía no te explicas por dónde pasó o simplemente con algún gesto cristalino. Pero tal y como sucede a los directores de orquesta, llega ese punto máximo del concierto cuando se dejan llevar por el momento, olvidan todo y dejan de ser un instrumento para ser humanos, con alma. El pasado mes de mayo cuando ganó el scudetto con la Juve, ya en los vestuarios mientras el resto de sus compañeros celebraban eufóricos, rompió a llorar.
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Rechazado dos veces por sus clubes, había vuelto a ser el protagonista de un título, pero esta vez con el reconocimiento de todo el mundo del fútbol.
Su dulce venganza continúa. Ante Inglaterra volvió a ser un instrumento del fútbol y, en penal ante Hart, picó el balón quitándole el aliento a conocidos y extraños pero él no celebraba, de hecho ni pestañeó. Declaraba que es imposible que le den el Balón de Oro cuando existen Messi y Cristiano Ronaldo. Sabe que su rol es otro, es el de pedir aplausos al final del concierto para la orquesta. Sin embargo, esta vez, como sucede únicamente con los grandes maestros, él será el más aplaudido.