El 'Abecedario' del fútbol - O: Onopko, sentimiento oviedista

El ruso marcó una época en el Oviedo

Es inevitable pensar en Víktor Onopko y asociarlo con el Real Oviedo, a donde llegaría tras probar el éxito ruso. De no haber sido futbolista habría tenido que enfundarse el traje militar para servir a Chechenia, afortunadamente se decidió por el fútbol y éste le tendría preparado un destino más dulce que el militar. Su carrera profesional comenzó cuando tenía diecinueve años y debutó en el Shaktar Donetsk. Allí permaneció forjándose lentamente hasta subir un escalón en su nivel de exigencia. En 1992 el Spartak de Moscú le abría sus puertas ante la atenta mirada de Oleg Romantsev. Bajo sus órdenes obtuvieron tres títulos ligueros y el reconocimiento europeo al llegar a Semifinales de Champions League. Los éxitos del equipo también quedaban reflejados a nivel individual cuand, en 1993 y 1994, Onopko fue elegido Mejor Futbolista Ruso.

Estaba preparado para volar. Había llegado el momento en el que dijera adiós a su país para probar fortuna en un destino más complicado jugando en una Liga más competitiva. Su fichaje no estuvo exento de complicaciones. Tal y como él ha contado, Radomir Antic le quería en su equipo, el Oviedo. Sin embargo, cuando abandonó Asturias para firmar por el Atlético de Madrid quiso que se incorporara a la disciplina colchonera. Los representantes no le contaron toda la verdad y eliminaron de su contrato una cláusula que permitía que se fuera a otro equipo si le pagaban al Oviedo.

Con Celso González como máximo accionista del club y Eugenio Prieto como presidente en 1997, llegaría al Oviedo a pesar de que había mostrado a Antic su intención de ser entrenado por él. El miedo ante un posible castigo de la UEFA que le impediría jugar durante dos años fueron suficientes para que Onopko fichase por el Oviedo. Tardaría en convertirse en el mediocentro defensivo imprescindible que todos recuerdan hoy día ya que su proceso de adaptación fue lento, pero mereció la pena al ver cómo sudaba por defender el escudo que portaba orgulloso en el pecho. Gran parte de la culpa de su buena aclimatación al fútbol español recayó sobre su gran amigo Dubovsky, hasta que el destino quiso separarles cuando falleció repentinamente en Tailandia.

Durante los siete años que permaneció en Oviedo se ganó el afecto de la afición pero la crisis del club, que afectaba a aspectos económicos y deportivos, aceleraron su despedida para emigrar a otro equipo español: el Rayo Vallecano. Una temporada y de nuevo a Rusia, primero al Alania Vladikavkaz y finalmente al Saturn donde colgaría las botas en 2005. En su currículum ocupaba un lugar especial sus contribuciones con la CEI y Rusia al participar en tres Eurocopas y dos Mundiales que le permitieron superar el centenar de internacionalidades, por encima de Karpin.

Una vez retirado, no pudo desligarse del fútbol ni de su selección. Tan solo dos años después aceptó ser el Director Deportivo de la Federación Rusa que llegaría a Semifinales de la Eurocopa de 2008. Tras un periplo de dos años decidió cambiar de aire y enfrentarse a un nuevo reto aceptando la propuesta del CSKA de Moscú de pertenecer al cuadro técnico. Los malos resultados fueron fulminantes y decisivos para que su pusiera punto y final a su contrato, aunque continuaría como ayudante del sucesor de Juande Ramos en el banquillo: Leonid Slutsky. Su primer título como entrenador tuvo lugar el pasado año al vencer en la final de la Copa al Alania de Vladikavkaz.

A pesar de que hace años que se fue de Oviedo aún guarda un grato recuerdo de su paso por el club y la ciudad. De hecho, su familia continuó viviendo allí cuando él se fue a Madrid como jugador del Rayo. El cariño de la afición es mutuo y tiende a resurgir en momentos como los que ahora atraviesa el equipo, cuando cualquier mirada atrás devuelve una ráfaga de añoranza de las glorias de un pasado de que deben regresar en el futuro.

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