El Milan ya frenó al Barcelona en 1994
La final de Atenas tuvo un resultado inesperado

7 de Mayo de 1994. El FC Barcelona de Johan Cruyff se presenta en el estadio Santiago Bernabeu bajo una gran presión. Ganar la liga se ha convertido en un objetivo complicado, ya que a pesar de que la distancia ha quedado reducida en las últimas jornadas, el Deportivo de la Coruña parece estar muy cerca del triunfo. Puede ser el final de un ciclo, el epílogo del "dream team".
El Fútbol Club Barcelona 1993-94 vivía de la inspiración de Romário. El delantero carioca se había convertido en la gran referencia de un club que buscaba alargar su ciclo victorioso.
Sin embargo, las noticias negativas se suceden; la maldición parece haber caído sobre Brasil, que llora la muerte de Ayrton Senna cuando otro acontecimiento anómalo inunda las portadas de medio mundo. El padre de Romário es secuestrado un día antes de que el equipo de Cruyff se juegue media liga en su visita a Madrid.
Sin Romário al cien por cien, el Barça perdía gran parte de su potencial. "O baixinho" estuvo físicamente en el Santiago Bernabeu, pero su mente y espíritu divagó hacia América preocupado por el paradero de su progenitor.
Todo parece roto cuando a la máquina barcelonista se le terminan las jornadas mientras se le acumulan los problemas. Los catalanes vencen gracias a un gol de Guillermo Amor, que consigue dar dos puntos vitales al Barça en busca del liderato. Pero al día siguiente el Deportivo gana en Logroño y conquista la primera asa del trofeo de liga.
La gran noticia de la jornada no se encontraba en el terreno de juego; Bebeto (compañero de ataque en la selección brasileña de Romário y delantero del Deportivo) exclamaba mirando al cielo riojano: ¡gracias a Dios!. El padre de Romário había sido liberado esa tarde.
En ese momento, el futbolista de dibujos animados como una vez lo definió Jorge Valdano, prepara su última bala. Rodeado de una legión de fantásticos escuderos, la última jornada espera con Atenas en el horizonte.
Pocos confían en el éxito liguero; gran parte de la afición azulgrana ya piensa en la final de la Copa de Europa como una tabla de salvación para que este Barcelona demuestre que todavía es un equipo de ensueño.
En el último partido del campeonato de liga frente al Sevilla, el Nou Camp asiste a una exhibición de Romário. El brasileño cumple la promesa que realizó cuando aterrizó en Barcelona diez meses antes; juró que marcaría 30 goles a final de temporada, y ante el equipo hispalense alcanzó la cifra.
Pero el Barça no depende de sí mismo para alzarse con el título de liga, ya que debe esperar el tropiezo del Deportivo de la Coruña ante el Valencia. En Riazor, con el 0-0 en el marcador que daba el título al Barça, se produce un momento que desata la euforia culé. Djukic falla el penalti más importante de su carrera, mientras en la ciudad condal resuena el eco de los transistores. El Barça es campeón de liga y nadie puede pararse a pensar en el Milán; copas de cava, bailes hasta el amanecer y chupa chups gigantes. El "dream team" vive su noche de mayor éxtasis.
El Barça-Milan de 1994 era el partido más esperado. En Atenas se pondría en juego algo más que un trofeo; la final de la verdad, la disputa de dos estilos antagónicos marcados por el éxito. Los italianos asumieron el papel de víctima, estrategia que les convirtió en un conjunto mucho más peligroso de lo que pudo imaginar su rival.
El Milan no llegó a Atenas en su mejor momento. Una victoria en los últimos nueve partidos disputados no era un bagaje que pudiera asustar al todopoderoso campeón español. Pero el conjunto lombardo era un león herido desde que en 1993 no pudiera proclamarse campeón de Europa, pese a haber alcanzado un récord espectacular de partidos imbatido durante la temporada. Fabio Capello y los suyos tenían una deuda pendiente con la Copa de Europa.
El 18 de Mayo de 1994, la inspiración de Savicevic y Donadoni, unida al acierto de Massaro y el infortunio de Zubizarreta, conspiraron contra el Barcelona. El golpe fue tan grande que derrumbó al club.
La quinta esencia del fútbol europeo era derrotada por el indiscutible rey de la época: el Milán. Si en 1992, el Sao Paulo de Raí ya había avisado al Barcelona de ser un equipo imperfecto, los italianos se encargaron de poner en evidencia las lagunas y deficiencias defensivas de un conjunto fabricado para ganar.
Atenas fue el final de uno de los mejores equipos con los que contó nunca el Barcelona; el Milán firmó el epitafio a cuatro años de gloria.
El Barça de hoy en día es más grande, tiene a Messi y a Guardiola. El Milan es menos que entonces, Allegri no es Capello y el Olímpico de Atenas posee una grandeza diferente al Nou Camp. Pocas cosas pueden hacer pensar en algo parecido al descalabro de 1994, pero esto es fútbol…
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