El 'Abecedario' del fútbol: Guillermo Gorostiza, la bala roja de San Mamés

Su velocidad todavía se recuerda en el Athletic Club de Bilbao

Guillermo Gorostiza (1909-1966) podría ser considerado como uno de los mejores extremos izquierdos del fútbol español si no hubiera caído en el olvido. Deleitó con su excepcional clase por la banda zurda del ataque del Athletic y de la selección española. Llegó a San Mamés procedente del Arenas de Guecho, aunque mientras cumplía con el servicio militar jugó en El Ferrol. Gracias a su velocidad y a la sensación que causaba cuando pisaba el césped se ganó el apodo de “Bala Roja”. Esta pericia dentro del campo no estaba reñida con sus dos grandes vicios: el tabaco y el alcohol. A su rapidez se añadía la facilidad goleadora con la que obtuvo dos veces el pichichi de la Liga y sumó hasta 185 goles.

No estaba solo. El Athletic de los años 30 poseía un conjunto muy poderoso, sobre todo en la línea de vanguardia, que se reforzaría notablemente con la llegada de Gorostiza e Iraragorri para complementar a Lafuente, Chirri y Unamuno. Además, Bata se consagró en la segunda Liga gracias a sus dotes de gran goleador.

A Gorostiza le tocó vivir la Guerra Civil, durante la que se impuso una obligada tregua en las competiciones deportivas españolas, aunque se siguió jugando al fútbol, que se convertiría en bandera política en las dos trincheras. “Bala Roja” disputó algunos de los partidos a beneficio de las tropas, como el que se celebró el 7 de diciembre de 1938 con la participación de otras destacables figuras como Ciriaco, Quincoces o Ricardo Zamora. Así que, por extraño que parezca, durante la guerra se siguió jugando al fútbol, sobre todo en la zona nacional. Se organizaban con regularidad partidos y torneos en los que participaban clubes y equipos militares. Además, en un intento de buscar la legitimación internacional, se formó la selección española, compuesta exclusivamente por futbolistas cercanos al banco franquista o que habían permanecido en su territorio por azar.

Hubo dos encuentros contra Portugal en las que el combinado español había quedado mermado de muchos de sus mejores elementos, algunos de los cuales se encontraban enrolados en otra selección que había nacido en medio del temporal, la de Euskadi. Auspiciada por el propio lehendakari, José Antonio de Aguirre, que había jugado en el Athletic, la expedición partía hacia Francia el 23 de abril de 1937 con futbolistas que en su mayoría no volverían a pisar España.

En el grupo inicial figuraba el famoso defensa del Real Madrid Ciriaco, que era de Éibar, pero a última hora se arrepintió y terminó pasándose al bando franquista, donde fue acogido con los brazos abiertos. También se borraron antes de tiempo Soldadero, Cuqui Bienzobas, Unamuno y Sánchez Arana. Aunque eran ausencias considerable no llegaron a ensombrecer la calidad del equipo del que formaban parte los porteros Gregorio Blasco y Rafael Eguskiza; los defensas Pedro Areso, Serafín Acedo y Pablo Barcos; los medios Leonardo Cilaurren, José Muguerza, Roberto Echevarría, Pedro Regueiro, Tomás Aguirre y Ángel Zubieta; y los delanteros Urquiola, Chirri II, José Iraragorri, Larrinaga, Lángara, Luis Regueiro, Ángel Zubieta y el propio Gorostiza. Todos ellos internacionales españoles y en algunos casos principales figuras del fútbol nacional del momento.

Euskadi disputó diversos encuentros en Francia, Checoslovaquia, Unión Soviética, Polonia, Noruega y Dinamarca con resultados excelentes aunque el estado de ánimo de los jugadores no era el más idóneo para la práctica deportiva. La causa no era otra sino las malas noticias que les llegaban desde España. Recién llegados a París, les comunicaron el bombardeo de Guernica el 26 de abril. En Moscú se enteraron de la entrada de las tropas franquistas en Bilbao, donde muchos tenían a sus familias. De vuelta a Francia comenzaron las presiones de los emisarios de Franco para que retornaran a España. Guillermo Gorostiza y Roberto Echevarría cedieron, lo que les llevó a la enemistad eterna del resto, sobre todo de Luis Regueiro. Se trataba de un hombre de firmes convicciones republicanas y que por su carácter fuerte ejercía de líder del grupo.

Gorostiza pensaba que enfundándose la camiseta de la selección española nadie se atrevería a tomar represalias contra él. Acertó en el grado del castigo pero lo traspasaron a Valencia para vivir sus últimos años de gloria con las botas puestas. Con Epi, Mundo, Amadeo y Asensi formó la “delantera eléctrica”. Aunque era una versión menos veloz y ágil que la del Athletic seguía conservando su precisión y letalidad frente a portería. Tras seis años se marchó fichado por el Barakaldo y de ahí al Logroñés como jugador y entrenador, para disfrutar de sus últimos días como futbolista en el Juvencia de Trubia. La decadencia a la que se vio sometido quedó patente durante sus últimos años hasta el punto de que Manuel Summers quiso reflejarlo en su película “Los juguetes rotos”, cuando ya todo el mundo había olvidado a Bala Roja y se encontraba encasquillada en un asilo. Sin embargo, para todos los que le vieron jugar y los que cuentan sus imparables carreras por la banda, el recuerdo de Gorostiza será inmortal e inolvidable.

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