El 'Abecedario' del fútbol: Nolo Ferreira, el piloto olímpico
El delantero argentino logró una plata en los JJOO de 1928
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"Fue en 1929, la selección Argentina enfrentaba a Paraguay. Nolo Ferreira traía la pelota desde lejos. Venía abriéndose camino, apilando gente, hasta que de buenas a primeras se encontró de cara a toda la defensa, que formaba un muro.
Entonces Nolo se detuvo. Y allí parado, se puso a pasear la pelota de un pie al otro, de uno a otro empeine, sin que ella tocara el suelo. Y los adversarios balanceaban la cabeza de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, todos a la vez, hipnotizados, clavada la vista en el péndulo de la pelota. Duró siglos aquel vaivén, hasta que Nolo encontró el hueco y de pronto disparó: la pelota atraveso la muralla y sacudió la red.
Los agentes de la policía montada se bajaron de los caballos para felicitarlo. En la cancha había 20 mil personas, pero todos los argentinos juran que estuvieron allí".
Eduardo Galeano
No solo Eduardo Galeano se atrevió a dedicarle unas palabras a Manuel Ferreira sino que tanto un tango argentino como el estadio de su ciudad natal, Trenque Lauquen, llevan su nombre. Por algo será y no precisamente por su mal hacer dentro del campo. Nolo, como comúnmente se hacía llamar, era inteligente y ejercía de líder allá por donde iba. Su compañero, Zozaya aseguró que se trataba del verdadero director técnico del equipo. Organizaba y creaba las jugadas que posteriormente eran ensayadas durante los entrenamientos. No necesitó de títulos de nivel para que su nombre diera la vuelta al mundo.
De hecho, pertenece a ese exclusivo club de "los mejores jugadores del mundo para los que le vieron jugar". Tal y como narra Galeano, su maestría era capaz de hipnotizar al rival para conseguir su objetivo bajo la perpleja mirada de cuantos le tenían delante. No titubeaba cuando tenía que echarse el equipo a los hombros para afrontar los retos. De hecho en 1928, durante los Juegos Olímpicos de Ámsterdam actuó como entrenador y jugador, ganándose el sobrenombre de "el piloto olímpico". En el Mundial de 1930 ejerció como jugador y capitán, pero siempre con la mala fortuna de ver a su selección quedarse sin el título.
La fama de Ferreira no solo le viene por su labor como internacional. Previamente había despuntado como el cerebro de “Los Profesores”, la famosa delantera de Estudiantes de la Plata que impartía una lección de fútbol cada vez que jugaban. La referencia era Nolo pero recibía la ayuda de sus cuatro sombras. Para él, Zozaya era uno de los mejores rematadores de cabeza con capacidad goleadora. Con Scopelli ensayaba incansablemente las paredes. Lauri era oportuno colocando sus centros precisos a la vez que desbordaba con facilidad al rival.
Por último, Guaita, era el sinónimo de potencia y velocidad. Aquel Estudiantes que propinaba escandalosas goleadas, con las que no dudaban en castigar a sus adversarios, no gozó de la recompensa de los títulos. Algo que se le resistió a Nolo Ferrerira también cuando se puso la camiseta del River Plate. Incluso con la selección argentina tampoco pudo saborear la miel del éxito salvo por los dos campeonatos sudamericanos que ganó pero que siempre fueron considerados como trofeos de menor importancia.
En Uruguay-30 protagonizó varias anécdotas que pasarían a la historia de los mundiales. Era el capitán del equipo y, después de debutar frente a Francia, pidió permiso para examinarse en la Universidad de Buenos Aires. Se dice que cuando llegó le pusieron un diez para que volviera cuanto con sus compañeros. Llegó a tiempo para disputar el último partido de la primera fase ante Chile y participar en el resto de encuentros hasta la final, donde les esperaba Uruguay. Aquel partido presentó un nuevo problema. Uruguayos y argentinos estaban habituados a jugar con balones distintos y cada uno quería utilizar el suyo.
Se tomó una decisión equitativa: cada tiempo se jugaría con una pelota para que ambos estuvieran contentos. A juzgar por el resultado de una parte y de la otra, parece que tenía sentido. La primera mitad se disputó con el balón de los argentinos, que se marcharon al vestuario con ventaja 2-1, después de remontar el marcador. Los uruguayos pusieron el esférico en el segundo tiempo, no se lo dejaron en ningún momento a los rivales, consiguieron el resultado parcial de 3-0, por lo q se proclamaron campeones gracias al 4-2 global. De nuevo, Argentina se quedaba a un paso de hacerse con un campeonato de relevancia.
Mientras el resto de sus compañeros emigraban – Lauri, Guaita y Scopelli a Europa y Zozaya a Bella Vista de Montevideo y Racing -, Nolo Ferreira jugaba dos temporadas en River junto a Renato Cesarini, Bernabé Ferreyra o Carlos Peucelle, antes de regresar de nuevo a Estudiantes. Se retiró a temprana edad, sin haber cumplido los 28 años, debido a una lesión de menisco. Tras colgar las botas se dedicó a ejercer su profesión, abogado, que compaginaba con la de comentarista y columnista deportivo para Clarín y La Nación, llegando a ser corresponsal en el Mundial de 1954. Varias décadas más tarde, aunque se afirme que lo hizo en México, fallecería en Barcelona pero su recuerdo permanecerá vivo gracias a aquel antológico gol que Eduardo Galeano quiso rememorar en su libro: El fútbol a sol y sombra.
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