Ronald Koeman escapa de ‘la mauvaise réputation’
El holandés muestra su mejor versión en el Feyenoord

Hay un personaje que, por su camaleónica adaptación al concepto montaña rusa, sube y baja de los pedestales con la facilidad de los iconos soviéticos. Es, quizás, Ronald Koeman.
Cintura de armario mal empotrado de Ikea, pero precursor de las bombas inteligentes con una pierna derecha demoledora en el lanzamiento de ‘friquis’ con efectos ovalados, este holandés de mal genio en el campo (lo sabe Tigana) fue calvinista de diagonales cruzadas, el principio del éxito de un equipo irrepetible por bueno: el ‘Dream Team’ (entiéndase la loa liberado el lector del prejuicio del ‘guerracivilismo’ imperante). ‘Tintín’ Koeman fue jugador/estibador de exuberante capacidad intimidatoria en versión ‘to the other box’ (dicen que es el defensa más goleador de la historia con 193 chicharros, uno detrás de otro), aunque con problemas de resistencia en el túnel del viento al que le sometían los delanteros que le sobrepasaban en su cara B defensiva.
Con una carrera futbolística para Fiebre Maldini, Tintín sin Milou pero sí con algún Capitán Haddock por entrenador, alcanzó notoriedad en la ‘Oranje’ y regularidad con sus clubes: Groningen (se cargó a un Atleti junto a su hermano mayor Erwin); Ajax de Ámsterdam; PSV Eindhoven; Barcelona (él es el nombre propio del FCB campeón que se conoce en la era moderna por su gol en Wembley a la Sampdoria) y Feyenoord (el cementerio de elefantes que también eligió Cruyff para retirarse). Hasta aquí, sala nominal en el Voetbal Space de la KNBV y todos a cuadrarse.
Luego está esa prolongación natural de los futbolistas listos. Ese hago chas y aparezco a tu lado para pasar de veterano futbolista a joven entrenador saltándose el ciclo de la vida. Ese cambio de (rock n) rol que supone dejar el linimento y coger la tiza, olvidar la pelota y trazar en la pizarra, abandonar el círculo para abrazar el rectángulo, pese al antagonismo trigonométrico. Todo ello para seguir ganando una fortuna. En eso, los profesionales del balompié son los auténticos genios de la economía sostenida y no Lehman Brothers. Como los que nacieron para ir en cohete no acostumbran a querer bajarse (cual Mayor T.J. 'King' Kong de Teléfono Rojo: Volamos hacia Moscú), Koeman empezó en casa. Qué menos para “uno de los nuestros”. Fue ayudante técnico y no traductor en el Barça de Louis van Gaal (leáse fanjaal) para pronto afrontar su primer grupo principal, el Vitesse de Arnhem.
Atraído por su correcto desempeño en el Gelredome (césped retráctil y todo), y porque el Ajax siempre guarda manta y café caliente a sus ‘goodfellas’, Koeman empieza a entrenar a un primer espada. Juego robusto y, sin embargo, primemos esbozos de no querer jugar tanto con extremos. Pecado capital en la Holanda luterana y no luterana y que confirmó posteriormente en el PSV (4-4-2) después de un paso intrascendente por el Benfica post Trapattoni. Allí le dio para el pelo otro holandés, Co Adriaanse, con su Oporto de fábula 4-2-4.
Poco a poco, llega el meollo de la cuestión, el Valencia de Juan Soler, y su fichaje por recomendación de Miguel Ángel Ruiz, que destacó el gusto por los extremos de Koeman mientras éste confeso en su presentación: “No me gusta hablar de sistemas de juego”. Tres Ligas holandesas le precedían pero el factor humano, el que siempre nos delata ante nosotros mismos, acabó por arruinarlo. Brazo ejecutor de Albelda, Angulo y Cañizares porque no se atrevió Soler, no buscó chivatos como Mourinho estampando latas en la pared. Era él mismo el espía que surgió del frío. Tadeo y Bruto. Como pasa en la vida secreta de algunas redacciones. Ni se celebró, pues, la Copa del Rey conquistada ante el Getafe. La depresión de los valencianistas pudo más que la ansiedad del vivir deprisa, que el pan para hoy, hambre para mañana.
De los errores se aprende, a la fuerza o por convicción, y “regresó a su jardín cabizbajo el jardinero” (Leopoldo Lugones, poeta y periodista argentino). Tampoco dio Koeman con la tecla en un AZ Alkmaar campeón antes con Van Gaal (otro que merece artículo pronto con ´looping’ revirado) y a 16 puntos del Twente Enschede volvió al oprobio de los técnicos, el paro. Eso sí, con todo el dinero, que es ésta una profesión única pues se cobra por delante y no en función de lo de atrás.
Y, de repente, el Feyenoord al rescate. O Koeman al rescate del Feyenoord, donde se retiró dignamente como jugador en 1997. Sumida la entidad ‘feyenoorder’ en la quiebra económica, malvendiendo a sus talentos (Wijnaldum, Castaignos y Fer), el reto se antojaba milagrero. Objetivo: la permanencia, tras rozar la promoción la campaña precedente y encajar un 10-0 en Eindhoven de los que hacen sangre por fuera y por dentro a Het Legioen, su afición. La vida, que por eso es transitiva, ha revelado por sorpresa a Koeman como el adecuado tutor de un grupo de chavales apenas reforzados por el club satélite, el Excelsior, y la cesión desde el PSV de Ottman Bakkal, fracasado coetáneo de Ibrahim Afellay.
Resultados pobres, los menos; y grandiosos, los más, como el 4-2 al Ajax y una fidelidad recuperada al 4-3-3. Ello le ha catapultado a las puertas de Babilonia: volver a ganar la Eredivisie. Cinco puntos le separan del PSV. Seguiremos cada fin de semana la pelea en Canal + para asistir a la redención de Koeman, renovado hasta 2013, aunque marcado en el fútbol español con una cruz bien grande por la mayor de las pérdidas sociales: la mala reputación (“Tout le monde médit de moi, sauf les muets, ça va de soi”, Georges Brassens). O, lo que es parecido, “Todos me miran mal, salvo los ciegos, es natural” en versión nada troglodita de Loquillo.
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