Despertar en Miranda de Ebro

El Mirandés ha caído eliminado frente al Athletic Club

Abrió los ojos y se mantuvo durante unos minutos tendido sobre la cama, con los ojos perdidos en el techo. Mirando a ninguna parte, resistiéndose a levantarse. Sabía que en el instante en el que apoyara los dos pies en el suelo el sueño que acababa de vivir se esfumaría como una efímera nube de humo para no volver jamás. Temía ese momento. Le asustaba el olvido. Escondido bajo las sábanas podía retener ese sueño, evitar que se rompiera. Y allí estuvo, mintiéndose a sí mismo, obligándose a soñar hasta que reunió las suficientes fuerzas para abandonar esa fortaleza construida por tela y muelles, pasar página y afrontar la dura realidad.

Reflejado en el espejo le sorprendió un rostro cansado y de mueca triste. "Un perdedor", pensó. Las bolsas bajo los ojos hacían intuir una noche larga, de esas en las que los párpados se resisten a doblegarse a la voluntad del resto del cuerpo e impiden que se oculte la mirada. Estaba hundido, consumiéndose por los remordimientos que le producían algunos recuerdos. "En esa jugada no debí perder el balón. En esa otra me equivoqué al chutar", se criticaba a sí mismo, buscando sentido a una derrota irreparable. Asumiendo la culpa de algo de lo que realmente no era culpable. Al menos no el único culpable.

No era la primera vez que experimentaba una sensación similar. Ocho meses antes en su espejo también se encontró con ese hombre al que él consideraba "un perdedor". Recuerda esa mañana perfectamente, pero, sobre todo, la noche. Esa noche eterna del 26 de junio del 2011. Esa noche en la que se quedó a las puertas de lograr el ascenso a la Liga Adelante. Un par de segundos, solo le faltó eso. Si el árbitro hubiera pitado el final del partido contra el Guadalajara un par de segundos antes el desenlace hubiese sido otro. Pero el sueño se rompió de la manera más cruel posible y pensó que jamás podría ser jugador de la Liga Adelante, que nunca conseguiría competir en la categoría de plata.

Cuando comenzaba a hundirse en sus propios remordimientos descubrió en su calva una brizna de césped que invadió sus pensamientos. Era césped de San Mamés. En ese preciso momento su tristeza comenzó a desaparecer y el sueño cobró vida de nuevo. Su visita a La Catedral tuvo un final amargo, como cualquier derrota. "Eso de que hay derrotas dulces es una mentira", suspiró. Pero recordando más atrás empezaron a sucederse recuerdos más felices. La ovación de la afición del Athletic Club cuando le brindó el ramo de flores en homenaje a Pichichi, las cámaras esperándole a la salida de su trabajo como si fuese el futbolista más famoso del mundo, o la grada de Anduva gritando su nombre.

Y, sobre todo, los goles. Los siete goles que le convierten en el máximo goleador de la Copa del Rey. Los recuerda todos perfectamente. Uno a uno. El que marcó contra el Linense en segunda ronda para asegurar la clasificación. Los dos que le hizo al Villarreal en El Madrigal. El que celebró contra el Racing de Santander en Anduva, y el que firmó en el partido de vuelta en El Sardinero. Y, por encima de todos, esos dos goles que gritó con todas sus fuerzas frente al Espanyol. Sobre todo el que logró en Anduva, en el partido de vuelta, cuando parecía que todo estaba perdido pero que hizo creer a su equipo que entrar en las semifinales era posible. Y lo acabaron consiguiendo.

Había caído eliminado, pero como los grandes. Como un héroe. Como un ídolo. En San Mamés terminó el reto copero del CD Mirandés con una derrota dolorosa. Un 6-2 que mancha, en cierto modo, la gesta protagonizada por un equipo de Segunda División B y amarga el desenlace, pero el sueño continúa vivo. El verdadero sueño, el del ascenso a Segunda División A. El verdadero sueño del Mirandés es su realidad, la que le dibuja como el líder del grupo II de Segunda B. Cuando se dio cuenta de eso, dejó de pensar que el hombre del espejo era un perdedor. Y entonces Pablo Infante esbozó una sonrisa. La primera del resto de la temporada. Era el momento de volver al banco. Era el momento de continuar soñando.

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