Salif Keita, la perla negra de Bamako

El de Mali fue uno de los primeros africanos en el fútbol español

Salif Keita es pasado, presente y futuro del fútbol de Mali. Pariente de Mohamed Sissoko y de Seydou Keita, fue una de las primeras perlas negras que triunfaron en el fútbol europeo de los setenta. Su emprendedora trayectoria le llevó por Francia, España, Portugal y Estados Unidos.

El sueño del pequeño Salif Keita se forjó en Bamako, la capital de Mali. A la orilla del río Níger, el joven Keita recorría la ciudad mientras ganaba los pocos francos que aquellos blancos poderosos le pagaban por sus primeros trabajos.

El fútbol de África en los años cincuenta, era un privilegio reservado para muy pocos. Las pachangas en medio de los campos de Bamako, eran vistas casi como un sacrilegio por los habitantes de la ciudad. Nadie lo había vivido, pero navegaba en el pensamiento de todos, que la mina de oro de aquel deporte denominado fútbol no se encontraba tras alguna ladera africana. El oro, la fama y el reconocimiento residía en algún lugar de la lejana Europa.

El sueño de Keita traspasaba el vuelo de cualquier balón. Antes de convertirse en futbolista profesional, vivió la crudeza del hambre en primera persona y pudo prometerse a si mismo que si algún día recibía la bendición del destino, ayudaría a su gente a perseguir la suerte.

El talento de Keita no pasó desapercibido para los mejores ojeadores futbolísticos del país. Debutó con la selección nacional a los 15 años, el mismo combinado con el que conseguiría llegar a la final de la Copa África en 1972 frente al Congo, convertido ya en una estrella internacional.

Existe un momento clave en la carrera de Salif Keita. En 1967, a la edad de 21 años, Keita emprende el viaje más decisivo de su vida. El paso del estrecho se convierte en un examen con futuro incierto para millones de africanos; Keita lo vivirá de una forma muy particular.

Tras presentarse en París sin dinero ni representantes, su único equipaje es una carta firmada con el escudo del Saint Etienne. El club francés se había interesado por la perla de Bamako, algo que el futbolista entendió como la oportunidad de su vida para escapar del hambre y la miseria.

Para viajar desde París a Saint Ettiene, a Keita no le quedaba más opción que hacerlo en taxi. Desconfiado y cauteloso, el taxista parisino leyó aquella misiva que el joven africano le entregó. El escudo del club francés presidía aquella hoja, y se convirtió en un valioso aval para Salif Keita, ya que aquel hombre transportó a su ocupante hasta su destino con la esperanza de que ese papel fuera verdadero y poder de esa forma cobrar aquel viaje tan especial.

Lo que no podía imaginar, es que aquellas ligeras piernas de ébano que se acomodaron en el asiento trasero de su vehículo, se iban a convertir en la pieza más codiciada del fútbol francés en los siguientes años.

Keita se convirtió en leyenda de un club que poco tiempo más tarde llegaría a la final de la Copa de Europa, entre la aclamación popular de todo el país. Para entonces, el futbolista malí ya había abandonado la disciplina de "les verts". Su destino fue el Olympique de Marsella, institución en la que el carácter combativo de Keita saltó a la palestra desde el primer día.

En su nuevo equipo no tiene suerte, las lesiones y los problemas disciplinarios fuerzan su salida. España se dibuja en el horizonte de la perla negra de Mali. "El Valencia fue a por alemanes y se trajo a un negro". Fue uno de los titulares que pudieron leerse tras el fichaje de Salif Keita por el club de Mestalla.

Su paso por la liga española estuvo lleno de dudas, combinados con partidos para el recuerdo. La gacela negra impresionó en su debut liguero ante el Oviedo. Dos goles que llevaron su firma le colocaron muy pronto en la galería de estrellas que buscaba la afición valenciana.

Pero su físico débil y la intermitencia de su juego, hicieron que su trayectoria no pasara de irregular. Pese a todos estos factores, Keita fue uno de los primeros futbolistas africanos que pudieron lucir su juego en la difícil liga española. Abandonó Valencia con destino a Lisboa, para terminar su carrera de futbolista en el New England Tea Men, club de la ciudad norteamericana de Boston. La NASL fue la última liga que disfrutó de las evoluciones del fenómeno de Mali.

En 1993, Keita decide prorrogar su legado en el fútbol de su país. Abre un centro de formación para jóvenes futbolistas en Bamako. Con este gesto, dedicará todo su tiempo a levantar la carrera de jóvenes talentos. Varios futbolistas han conseguido su sueño, entre ellos el ex-futbolista del Real Madrid Mahamadou Diarra. Mali siempre recordará a Salif Keita, y con él, a todos los que persiguieron su sueño...

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