Dublín cambió el rumbo...

España e Irlanda reviviran en la Eurocopa su duelo de 1993

La República de Irlanda y España se enfrentarán en la segunda jornada de la Eurocopa de naciones de 2012. Dos equipos que se vieron las caras varias veces a lo largo de su historia, pero quizá fuera el duelo de 1993 el que tuvo más valor en lo deportivo y emotivo. Fue en el penúltimo partido de la clasificación para la Copa del mundo de Estados Unidos 1994. Una victoria por 1-3 que colocó a España en una situación muy ventajosa para conseguir el billete a la gran cita futbolística.

La España de Clemente

Javier Clemente llega al banquillo de la selección española en 1992. y debuta en un amistoso frente a Inglaterra en Santander. Fonseca es el autor del único gol de aquel primer encuentro de la nueva era. España había pasado tiempos tumultuosos y polémicas que a la postre resultaron ser estériles para el buen funcionamiento del grupo. Un mal mundial de Italia 90 y la nefasta eliminación en la fase previa de la Eurocopa de naciones de Suecia 92 terminaron de contaminar las aguas en las que navegaba la selección.

El oro olímpico de Barcelona 92 fue un grano de arena dentro del enorme desierto en el que se encontraba el equipo. El éxito de los sub-23 quedaba muy alejado del verdadero nivel que ofrecía la España de aquellos años. En la mochila de ilusiones de Javier Clemente se habían cargado muchos objetivos.

El primero de ellos era volver a conseguir el seguimiento de la afición, que se encontraba en aquellos momentos demasiado aislado de la trayectoria del equipo. El segundo eran los resultados, porque si algo dejó claro el vasco desde el primer momento, fue que su trabajo estaría siempre dirigido a conseguir resultados, y no se casaría con nadie en virtud de crear un equipo solvente que pudiera ganar a cualquiera aunque no practicara un fútbol vistoso.

Los grandes perjudicados con la llegada de Clemente fueron los integrantes de la "quinta" del Buitre. Esta época supuso el fin de de su era en la selección. No faltaron críticas a esta decisión, que se antojaba muy arriesgada teniendo en cuenta que en algún caso hablábamos de futbolistas que podrían ser válidos.

Muy pronto, el grueso de la selección campeona en los juegos comenzó a entrar en los planes del nuevo técnico. Guardiola, Ferrer, Kiko o Abelardo, fueron habituales en los primeros enfrentamientos de la clasificación al mundial.

España no funcionaba en los primeros meses de ninguna forma. Dos empates a cero ante las débiles Letonia e Irlanda del Norte a domicilio y otro frente a Eire en Sevilla, pusieron de manifiesto que a esta España que Clemente hacía jugar con demasiados centrales y un centro del campo poco creativo le faltaba gol y experiencia. España comenzaba a ser un club más que una selección. Era realmente difícil debutar, de la misma forma que una vez estabas dentro, la confianza del mister era total, solo una lesión (como en el caso de Alfonso en Enero de 1994), o una racha larguísima de malas actuaciones con el club de origen podían originar la salida del equipo.

Julio Salinas y Zubizarreta

Para entender la filosofía de Javier Clemente al frente del equipo nacional, basta acudir a una referencia clara. Julio Salinas fue el delantero centro del equipo durante algunos años y un futbolista de plena confianza para el técnico de Baracaldo. Salinas vivió la época gloriosa del Athletic de Bilbao en los años ochenta. Delantero torpe, muy poco estético, alto e incómodo de marcar. Prototipo de futbolista vasco criado en campos duros, valiente y leal. Uno de los preferidos de Clemente.

El espigado delantero contó siempre con la confianza de su mentor, incluso en los momentos más duros de aquel 1993. Johan Cruyff(enemigo de Clemente) no contaba para su Barca con el delantero bilbaino, sin embargo, su titularidad con la selección le convirtió en el héroe de Dublín en aquella cita que contaremos un poco más tarde.

El otro hombre de confianza de Clemente era Andoni Zubizarreta. La prolongación del estilo ochentero de Clemente sobre el terreno de juego. Un hombre sobrio y anclado en una forma de jugar del pasado. Heredero de Iribar, nunca aprendió a jugar con los pies y a pesar de todo se convirtió en el futbolista que más veces vistió la camiseta de la selección hasta la llegada de Iker Casillas.

Javier Clemente conoció a Zubi cuando trabajaba de representante de la firma Adidas viajando por toda la geografía del País Vasco. El tío de Andoni le reclamaba siempre "una camiseta verde como la de Iribar". Estaban muy lejos de pensar que aquella inocente relación comercial sería el inicio de de una excelente trayectoria deportiva. Ya trabajando en Lezama, Clemente se fijó en el portero del Alavés, le parecía el eje perfecto para sus ideas de fútbol. Muy pronto descubrió que Andoni Zubizarreta era "aquel chaval de la camiseta verde". Juntos ganarían las dos últimas ligas que ha conquistado el Athletic de Bilbao y años más tarde vivirían años de victorias y fracasos con España.

La titularidad de Zubizarreta en la portería de la selección fue uno de los temas mas manidos por la prensa durante muchos años. Respetado por su personalidad y masacrado por sus actuaciones; apartado por Johan Cruyff y defendido por Javier Clemente. Zubizarreta defendió la portería de España hasta momentos en los que no estaba en condiciones. La terquedad de Clemente le hizo alargar su trayectoria hasta el mundial de Francia 98. Campeonato en el que España y su portero quemaron la última bala de su cartucho. Clemente estaba sentenciado desde mucho antes de aquel encuentro con Chipre, que significó el más triste epílogo para un seleccionador que no tuvo una carrera tan nefasta como parte de los tabloides españoles se empeñan en afirmar.

Irlanda-España: 1-3

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Que decir de aquella Irlanda que no perdía un partido oficial en su estadio desde el 13 de Noviembre de 1985. En esa ocasión fue Dinamarca quien se impuso por 1-4 en el difícil terreno de Dublín. Los daneses eran el punto en el que se fijaban las dos selecciones en su disputa previa a la Copa del mundo. Los tres equipos, Irlanda, Dinamarca y España luchaban por dos plazas y España era el peor colocado.

La República de Irlanda disfrutaba del mejor equipo de su historia, una época que se alargaba desde aquella eurocopa de 1988 en la que estuvieron a un solo paso de llegar a las semifinales. Eire era un conjunto muy respetado que podía ganar a cualquiera, sobretodo en su pequeño estadio de Lansdowne Road.

En la portería tenían a todo un seguro de vida llamado Pat Bonner. Un portero sobrio al estilo Zubizarreta, que también tuvo un mentor, en ese caso Jock Stein que lo llevó al Celtic de Glasgow, equipo en el que jugó durante 17 años. Bonner tuvo un error garrafal en el mundial de 1994, cita a la que Irlanda se clasificaría finalmente. Un fallo infantil que anticipó el que realizaría Zubizarreta cuatro años después frente a Nigeria. Hasta en eso se parecieron los dos porteros.

En aquel equipo entrenado por Jack Charlton (Hermano del mítico Bobby) había dejado de contar uno de los futbolistas más destacados; David O ´Leary, que disputó 68 encuentros internacionales mientras jugaba en el Arsenal londinense. Futbolistas como Irwin o el enigmático ex-centrocampista del Liverpool Houghton, hacían de Irlanda un equipo con mucha seguridad en su juego.

Puede que aquella selección de la República de Irlanda fuera menos directa que la que acostumbramos a ver, pero si había un futbolista que representaba a la perfección la sangre y tradición irlandesas era Paul McGraft. Hijo de madre irlandesa y padre nigeriano, era el terror no solo de la España de Clemente, sino de cualquier equipo que se enfrentase a él. Con aspecto de jugador de rugby, su personalidad fue forjada en los peores orfanatos de Dublín, donde aprendió una serie de artes que después le sirvieron para convertirse en uno de los mejores futbolistas defensivos del fútbol británico.

McGraft llegó al Manchester United, pero su adicción al alcohol terminó por sesgar su relación con Alex Ferguson. Firmó por el Aston Villa y años después publicó su autobiografía, que se convirtió en el libro más vendido en Irlanda, y en el que confesó haber jugado más de una vez en estado de embriaguez. Él era la cara fez de aquella Irlanda, y debía ser el encargado de cortar de raíz todo intento de juego sobre la hierba que propusiera España. Aunque frente a la España de Clemente, el choque y el balón al aire estaba asegurado. Toni Cascarino y Quinn eran los cazagoles irlandeses, futbolistas de cierto talento que podían hacer gol en cualquier momento.

España salió al césped con más personalidad que nunca. La afición y la prensa vistieron a la selección de cordero degollado antes de disputar el encuentro. El partido se jugó a la hora de la comida española.

Coincidiendo con el segundo plato España ya ganaba por 0-3. 26 minutos de auténtica furia española que habían apagado el ímpetu y el sentido irlandés. Probablemente aquel fue el mejor partido de la era Clemente. Un equipo que superó en carácter a los irlandeses, algo que era complicado hacer en su estadio. España tuvo un líder en defensa que se erigió como protagonista absoluto del envite.

Nadal

Miguel Angel Nadal se consagró en aquel choque. Por primera vez se vio a la nueva España sacar el balón controlado desde atrás. Buscando algo más que el pelotazo a Julio Salinas o un cabezazo o disparo lejano de Hierro. Nadal comandó al equipo e incluso se sumó a alguna acción de ataque jugando el balón con criterio. Pocos partidos de tanta perfección pueden recordarse del de Manacor.

Él lanzó el balón al césped mientras sus compañeros lucharon en la pelea del músculo. El equipo español no se quedaba a la zaga en nivel de testosterona, ya que aquel día en Dublín jugaron nada menos que con Voro, Giner, Camarasa, Hierro o Ferrer. El estilo de Clemente quedaba de manifiesto, y la victoria frente a la poderosa Irlanda dejaba a España muy cerca de la cita mundialista.

A 23 minutos del final, el héroe de la sobremesa Julio Salinas abandonaba el terreno de juego. El marcador reflejaba un claro 1-3. Era momento de controlar la posesión y evitar que los irlandeses se acercaran en el luminoso. Fue el momento de Pep Guardiola. Porque Clemente era fiel a sus ideas, pero también tenía un claro sentido de la responsabilidad. Se le acusó de no contar con el "noi de Santpedor" en muchas ocasiones, pero lo utilizó más veces de las que se presumen. Una de ellas fue en Dublín y Guardiola cumplió a la perfección su trabajo.

Solo quedaba rematar la faena ante Dinamarca en la última jornada. Irlanda y España vivieron duelos en los siguientes años, como aquel de la Copa del mundo de 2002 que sirvió para consagrar a otra leyenda del fútbol hispano, Iker Casillas.

La Euro 2012 nos regalará otro partido entre dos selecciones que luchan por abandonar la condición que les hizo grandes en el pasado. España ya lo ha conseguido gracias a una generación de estrellas que opta por el tiki-taka y el balón rodado. Irlanda tiene la oportunidad de demostrarlo este verano.

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