Regalos de una navidad balompédica: Libros y enciclopedias (VI)
El saber también era un buen regalo para los futboleros

Dicen que los que nacimos en los ochenta, vivimos una infancia especial. Sumidos en una época de transición tecnológica y ajenos a las turbulencias sociales de la década anterior, fuimos el último eslabón de una forma de entender el mundo.
Los niños de ese tiempo hasta leían. Poco, pero lo intentaban. Las curiosidades o las dudas solo tenían una respuesta, y no se encontraba precisamente tras el click de un ratón. Los jóvenes futboleros de finales de los ochenta o principios de los noventa devoraban con vehemencia los tres o cuatro periódicos deportivos que colgaban en la pared del kioskero. Existían los que acudían en busca de gominolas y los que guardaban turno para arrancar el último ejemplar del Marca o el As.
Era una pura cuestión de supervivencia. La información estaba ahí, solo en esas páginas amarillentas... pero el instinto del saber, intrínseco al ser humano, ya se encontraba grabado en las entrañas de aquellos adictos al balón.
Esas lecturas incitaron la búsqueda de retos mayores. Los libros deportivos fueron el internet de la infancia y adolescencia de los hijos de la transición. ¿Quién no aprovechaba las navidades para encargar uno de aquellos volúmenes que traían alegría a las noches de tedio televisivo?
Aquellos míticos ejemplares de "El País Aguilar" que tenían como protagonistas al incipiente Raúl González o a Michael Robinson, el hombre que nos amenizaba esas tardes interminables de lunes con "El día después" en abierto, eran libros fáciles de leer que se masticaban entre la mañana de navidad y la cena de nochevieja. La pasión con la que leíamos esos libros solo era equiparable a la escasez de información futbolística que teníamos, comparándola con el exceso actual.
Navidad era sinónimo de regalo grande. Paquete rectangular de grandes dimensiones y tacto firme solo tenía una salida. Enciclopedia.
Existían dos tipos de enciclopedias. La que muchos odiaban, es decir, la que servía para estudiar y tenía un claro sabor pedagógico, y la futbolera. Grupos de tomos que reunían el saber de nuestra pasión; mundiales, copas de Europa y con un poco de suerte, la historia de nuestro equipo favorito. Algunos de esos ejemplares fueron coleccionados fascículo a fascículo. Completar esas colecciones o recibir unos tomos como regalo de navidad, te transportaba directamente a un estado de máxima felicidad futbolera.
Y como no recordar una serie de libros que tenían muchísimo valor en aquel periodo. Los libros estadísticos. Resultados de temporadas, records guinness o recopilatorios de enfrentamientos de mundiales eran decisivos a la hora de formar una estantería de garantías. Muchos nos habríamos tirado de los pelos si hubiéramos sabido en aquellos tiempos que todo ese esfuerzo sería reemplazado por wikipedia años más tarde...
A veces, los periódicos amarillentos se sumaban a la bacanal colectiva navideña y nos alegraban las fiestas regalándonos un libro biográfico sobre algún futbolista. Ronaldo, Juanito, Camacho o Rivaldo... en esas ocasiones no existían colores ni filiaciones. Había que acudir al kiosko en busca del tesoro prometido.
Por último, no podemos olvidar los anuarios. ¿Quién no ha perdido la noción del tiempo pasando las páginas de los anuarios de nuestro añorado Don Balón? Era uno de los regalos más cotizados y la puerta de entrada al recuerdo de un año que para nosotros, jóvenes que éramos, nos parecía siempre el más importante que existió.
La calidad narrativa de los libros de fútbol mejoró con los años. Las bases de datos que trajo internet jubilaron a aquellas biblias de la historia... y el ansia generado por la espera de la publicación de un libro concreto desapareció para siempre. Pero ahí quedaron, en nuestras estanterías balompédicas, los mejores regalos de navidad que nos hicieron.