Edinson Cavani, el matador paciente del Nápoles

El delantero sigue los pasos de Maradona en el Nápoles

Se suele decir que hay quien nace con estrella. Todo le sale bien y son pocas las adversidades contra las que debe luchar. Edison Cavani es una de esas personas a las que la vida le ha sonreído desde pequeño. Siempre tuvo claro que el fútbol sería el eje sobre el que girar, no podía ser de otra forma habiendo nacido en una familia cuyo abuelo, padre y hermano fueron futbolistas. Si resumimos su trayectoria con unas rápidas pinceladas habría que mencionar su capacidad para golear en Palermo, la excelente labor en Sudáfrica con la selección uruguaya y su exitoso fichaje por el Nápoles.

Notoriedad y revolución sobre el césped que no le acompañan cuando se quita el mono de trabajo. Fuera de los terrenos no llama la atención por escándalos u ostentación sino por su discreción y por evocar incansablemente su fe en Dios como motor de su existencia. La mezcla perfecta entre ambición profesional y sencillez personal. Atrás quedan aquellos primeros años en los que su aspecto desaliñado, desgarbado y delgado le proporcionaban el apodo de El Botija. Su evolución y su excepcional capacidad goleadora han provocado que se le conozca como El Matador. Un sobrenombre acorde con su habilidad con el esférico de cara a la portería contraria y, como demostrara en el pasado Mundial, un delantero polivalente que no solo sabe vivir dentro del área sino que su elevado nivel técnico le permite moverse en la mediapunta y regalar asistencias.

A sus veinticuatro años Cavani cuenta con una extensa trayectoria profesional. Comenzó jugando en Argentina pero sus primeros minutos con cierto reconocimiento como juvenil se produjeron en Danubio. De una cantera que convierte en oro casi todo lo que toca y de la que salieron hombres como Diego Forlán, Rubén da Silva, Rubén Sosa, Javier Chevanton, Rubén Olivera, Horacio Peralta o Álvaro Recoba, no podía salir nada malo. Su buen hacer en las categorías inferiores de la ‘la Franja’ posibilitaron que al cumplir la mayoría de edad debutara con el primer equipo. Su agradecimiento se transformó en suculentos registros anotadores que despertaron el interés de clubes europeos.

Edinson Cavani celebra un gol con el NápolesEl Palermo se postuló como el alumno aventajado de la clase y consiguió hacerse con los servicios del jugador. La adaptación al fútbol del otro lado del charco y más concretamente al italiano, supuso que tuviera que aprender a lidiar ante la dureza de las entradas y reponerse con rapidez de las lesiones musculares. Entre tanto, tuvo tiempo para desplegar parte de su potencial y mostrar un aperitivo de lo que sería capaz de hacer en los próximos años. En el siguiente curso, Guidolin apostó fuerte por la dupla Miccoli-Amauri y Cavani no pudo acumular tantos minutos como deseaba. Sin embargo, supo esperar con paciencia su momento y en las siguientes temporadas las cifras se dispararon. Como recompensa, recibió el mejor regalo que podían hacerle, participó en el Mundial de Sudáfrica. La titularidad de Forlán y Suárez le relegaron a un segundo plano y a jugar más retrasado que de costumbre, sin que eso entorpeciera su brillantez como asistente o su gol en la lucha por el tercer y cuarto puesto.

El inconformismo y su sueño por seguir creciendo ayudaron en su traspaso al Nápoles. La grada de San Paolo acogió con los brazos abiertos a su nuevo ídolo. El acoplamiento al equipo fue inmediato y junto a Hamsik y Lavezzi constituye un tridente letal. Él mismo reconoce que cada vez que salta al campo siente cómo la presencia de Maradona le empuja a dar lo mejor. Como él, quiere ser una leyenda y va por buen camino. De momento, ha conseguido algo que El Pelusa nunca hizo: un hat trick a la Juventus.

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