El Real Madrid-Valencia que resucitó la ambición
En 1995 se enfrentaron en la Copa del Rey
Cuando un equipo vive una época dorada, la tendencia natural es que después vengan tiempos de vacas flacas. Lustros ganadores o décadas prodigiosas, tan solo están reservados a aquellos poderosos que arrasan cuanto encuentran gracias a su poder económico.
El Valencia sabe mucho de todo eso. Acostumbrado a recoger la cosecha perdida por Barça y Real Madrid, sus periodos de gloria han sido pocos y esporádicos. Los años cuarenta, gracias a las escaramuzas de Mundo, Asensi o Gorostiza o los primeros años de este siglo, nos ofrecen estampas de un Valencia fuerte, campeón y sin ningún tipo de complejo.
Pero los periodos oscuros de los años posteriores a la consecución de los títulos, han azotado al club sin compasión. Desde la marcha de Rafael Benitez, el Valencia tan solo ganó una Copa del Rey que pasó casi desapercibida y una Supercopa europea que pertenece a la generación anterior, mientras que su salud económica roza lo agonizante.
En los ochenta fue mucho peor. La Recopa y la Supercopa de Europa ganadas al comienzo de la década, presagiaban un Valencia que podría luchar por el título de liga en poco tiempo. La fuerza de sus internacionales y un estadio completamente remodelado, debía servir para que el club de la ciudad del Turia ganara un lugar de privilegio entre los mejores equipos del continente.
Pero nada de eso pasó. Al contrario, el Valencia perdió lo único que nadie hubiera pensado jamás que dejaría de tener: su plaza en la primera división. Con el descenso, no se marchaba tan solo la posibilidad de jugar en la categoría que le correspondía; se tiraba por la borda el orgullo de una afición machacada, agotada por la paciencia demostrada y sin ningún tipo de ambición que resultara estimulante.
Aquella época negra de la historia fue superada afortunadamente. El equipo y la directiva demostraron profesionalidad, la afición madurez. Volver a primera división era lo mínimo que se podía esperar de un equipo que siete años antes había tocado la gloria europea con sus dedos. La semilla de la ilusión, sin embargo, permanecía estática; a la espera de que el equipo ofreciera algo con lo que poder soñar.
Por eso, la eliminatoria de Octavos de final de la Copa del Rey entre el Valencia y el Real Madrid en la temporada 1994-95, fue distinta. El equipo consiguió hacer germinar por fin la semilla de la ambición.
En 1992, el Valencia de Guus Hiddink eliminó al Barcelona de Johan Cruyff en la Copa del Rey. El Real Madrid se encargó de devolver a la dura realidad a una afición que demandaba cosas. Nápoles, Kalrshruhe y Zaragoza terminaron derramando de nuevo la botella de la ilusión.
El Valencia de Febrero de 1995 no era un gran equipo. Había que reconocer que el primer proyecto de Francisco Roig estaba fracasando. Los métodos de Carlos Alberto Parreira eran decepcionantes, a pesar de que se trataba del entrenador campeón del mundo y entre los futbolistas se contaba con el máximo goleador de aquella cita mundialista de Estados Unidos 94, Oleg Salenko.
El equipo era poco menos que un desastre. Muy pocos esperaban una reacción en aquella eliminatoria de octavos frente al Real Madrid, ni mucho menos que el frío futbolista Salenko fuera a convertirse en la auténtica pesadilla de un equipo que caminaba con paso firme hacia el título de liga y que dibujaba sobre el terreno de juego el fútbol que Jorge Valdano pensaba en su cabeza.
Raúl inició el partido marcando. Era su primera temporada en el primer equipo y aquel fue el primer gol que le marcó en su carrera al Valencia Club de Fútbol. El guión parecía escrito; la noche de jueves sería un paseo imperial para el Real Madrid, que sin despeinarse dejaría la eliminatoria sentenciada. Con el estadio medio vacío y el equipo de Parreira buscando en algún lugar su aptitud, pasó algo frecuente en este tipo de partidos. De repente, el Valencia encontró la manera de jugar al fútbol y combinó mejor que en toda la temporada.
Mazinho estaba en su sitio, Mijatovic provocó la expulsión de Alkorta y Fernando templaba el juego con maestría. Por si fuera poco, los valencianistas tuvieron que frotarse nuevamente los ojos al comprobar que Oleg Salenko había recuperado su instinto goleador. El partido concluyó con un sorprendente 1-2. El Real Madrid había perdido su primer encuentro en el Santiago Bernabeu en tres meses y el Valencia de Parreira había sido el encargado de batirle.
Mestalla fue una caldera en el encuentro de vuelta. Por primera vez en muchos años, el equipo estaba muy cerca de ser protagonista ante el poco querido equipo blanco. Algo corría aquella noche en el ambiente que hacía de esa eliminatoria un hecho especial. La afición presentía que de eliminar al Real Madrid, algo grande sucedería en el torneo.
A muy poco de comenzar, el danés Michael Laudrup dejaba constancia de su clase y adelantaba al Real Madrid con un soberbio disparo desde fuera del área ante el que nada pudo hacer el guardameta del Valencia Andoni Zubizarreta.
Los más antiguos del lugar ya advirtieron que el exceso de confianza podía ser un peligroso compañero de viaje. Si el rival que está en frente es el Real Madrid, la situación se multiplica. El inquietante 0-1 campeó en el marcador durante casi todo el partido. Las acometidas de Luis Enrique o Amavisca sembraban la zozobra de un estadio que cada vez se mostraba más silencioso. El miedo a un segundo gol madridista que dejara finiquitada la eliminatoria era evidente...
La salida al campo del ídolo local Lubo Penev, dotó a los "ché" de combustible extra para afrontar los últimos minutos, que prometían ser de infarto de miocardio. A falta de cuatro minutos para el final, el partido se encontraba abierto; cualquier cosa podía pasar y el gol podía llegar en las dos porterías.
Pedja Mijatovic se hizo con un balón en campo madridista; encaró con decisión a Buyo, el portero del Real Madrid. En ese momento, miles de gargantas contuvieron la respiración. Había varias opciones para finalizar la jugada, pero el montenegrino eligió la más dificil. Amagó el disparo o el regate, no se sabe bien... y tras hacer un extraño con su pierna de apoyo, golpeó mansamente la pelota, que llegó al fondo de la red. 1-1.
La afición de Mestalla respiraba por fin y resoplaba el aire almacenado durante el partido. Muy mal tendrían que desencadenarse las cosas para que el Real Madrid se recompusiera y marcara el gol que forzaría la prórroga.
Con las emociones en su punto más álgido, llegó la jugada del segundo gol. Fernando cabeceaba un rápido contragolpe valencianista. El Madrid, ahora si que lamentaba su suerte y se sentía derrotado. El 2-1 final fue la primera gran alegría para toda una generación de valencianistas.
El equipo llegó a la final de aquel torneo, algo que se presentía cuando se derrotó al poderoso equipo que formó Valdano esa temporada. Fueron dos Valencia- R. Madrid de órdago. Probablemente, con la ventaja que ofrece el análisis del tiempo, el momento más importante que vivió Carlos Alberto Parreira en su estancia en Valencia.