Italianos de postal
Pablo Osvaldo será un nuevo extranjero que juegue con Italia
Cuando suena el himno italiano en un campeonato del Mundo de Futbol Sala, la situación se torna en algo verdaderamente cómico: los 28 jugadores que componen la selección transalpina son brasileños. Y esto no es sólo así, en la selección juvenil se da el mismo caso, poniendo la FIFA el grito en el cielo ante esta situación. En la selección nacional italiana de fútbol, sin llegar al nivel de este auténtico esperpento nacional, ha seguido la misma línea y siempre se ha apoyado y ha aprovechado las cualidades de jugadores nacidos en otros países que podían jugar bajo la bandera tricolor. Hoy viviremos un nuevo caso de esto, con el debut con la selección absoluta italiana del argentino Pablo Osvaldo.
La convocatoria del jugador italo-argentino de la Roma por las lesiones de Balotelli y Pazzini, ha venido seguida de una polémica por los políticos de la Liga Norte, partido de ultra derecha socio del gobierno de Berlusconi, en el que afirman que "La convocatoria de Osvaldo en la selección certifica el fracaso definitivo de la política de la Federación Italiana. El proyecto de Cesare Prandelli, que habría debido llevar a nuestro jóvenes talentos a vestir la camiseta azzurra, se está transformado en una pensión para nativos". Como comentamos, en los últimos tiempos es bastante recurrente la nacionalización de deportistas para que de su rendimiento con una selección que no es la de su país natal. El caso del brasileño Marcos Senna, campeón de la Eurocopa con España en 2008, es el caso que nos toca más de cerca. En Italia, sin embargo, siempre ha levantado una gran polémica.
No obstante, esto no es una práctica que ha llegado a Italia con la globalización a los terrenos de juego. De hecho, ya en los años 60 Italia nacionalizó a toda una estrella como el argentino Omar Sívori para hacerla seleccionable. La historia de “Cara Sucia” como era conocido, daría para un artículo entero. Tres veces campeón del Calcio, su juego a ráfagas y centrado en sus momentos de inspiración, en los que se convertía en jugador imparable, podían hacerle pasar desapercibido durante gran parte del partido para luego, con una magistral maniobra, anotar el gol de la victoria. Lo era todo para los seguidores de la Juventus. Tal era el nivel de juego del argentino que, una vez nacionalizado italiano, consiguió el Balón de Oro 1961 al mejor jugador europeo. Sin embargo, cuando comenzó su declive fichó por el Nápoles tras unas disputas con Heriberto Herrera y consiguió repuntar hasta un buen nivel de juego, lo que le convirtió en ídolo también para la afición celeste. Fue la primera gran estrella nacionalizada italiana y acudió con la Selección transalpina al Mundial de Chile 1964, donde fracasaron estrepitosamente al no pasar la primera ronda de grupos. Fue internacional 18 veces por argentina y 9 por Italia (8 goles).
Mucho han cambiado las cosas desde entonces. Si el caso de Sívori nos sirve como muestra de un jugador nacionalizado y querido, en este caso, por ambas selecciones, los casos más actuales de nacionalizados no son, sin embargo, tan bien recibidos por la patriótica nación Italia. El caso de Mauro Camoranesi es un buen ejemplo de esto. Argentino de pro, nacido y crecido futbolísticamente en la Pampa, con conciencia siempre de argentino y que vive como un argentino, llega al Verona y se le ofrece la doble nacionalidad italo-argentina pues su bisabuelo era italiano. Pero a él no le importaba, su sueño de jugar algún día con la selección albiceleste cobraba cada vez más fuerza, sobretodo cuando fue fichado por la Juventus de Lippi. Sin embargo, con lo que no contó Mauro es que su equipo mismo le presionó para que vistiera la camiseta azzura, con el trasfondo de evitar los largos viajes transoceánicos del jugador. Al ver que la llamada de Bielsa no se producía, Camoranesi dejó de lado su sueño de niñez para acceder a los deseos de su club y vestir la casaca italiana. Pero como era por todos sabidos que era internacional con Italia por presión de la Juventus, los tiffosi italianos nunca le dieron su total apoyo. “ahí va el argentino” decían con desprecio en los entrenamientos. Mientras, Camoranesi se dedicó a jugar al fútbol y se dejó de debates estúpidos… Es duro no sentirte querido por tu afición, pero para Mauro Camoranesi fue más duro no vestir la camiseta nacional de su país natal. Al menos, tiene un Mundial, cosa que con argentina no podría haber conseguido. El que no se consuela…
Otro ejemplo parecido al de Camoranesi y que ha sufrido el racismo de su propia afición es Mario Balotelli. El ghanés, de padres inmigrantes pero nacido en Italia, se nacionalizó italiano en 2008, cuando tenía 18 años. Lleva jugando con Italia desde 2008 que debutó con la sub 21 pero, el “Sporco negro” como le llaman los tiffosi aún no ha demostrado en la Selección Absoluta la calidad que le ha llevado a conquistar el Golden Boy 2010, premio al mejor jugador europeo sub21. Cuando fue convocado por primera vez, en agosto de 2010, se generó una inmerecida reacción en contra de su convocatoria, pues los sectores más radicales italianos no lo querían vistiendo la camiseta de su Selección puesto que “no hay italianos negros” y señalaban a la Federación Italiana que se dedicara a formar jóvenes talentos italianos y se dejara fuera a los “oriundos”.
Al mismo tiempo que Cesare Prandelli convocó a Balotelli, se unió al grupo italiano el brasileño Amauri. Esta fue una convocatoria justificada por el mérito deportivo del futbolista, quien ha estado realizando unas temporadas fantásticas en la Serie A. Sin embargo, él mismo alimentó la polémica: “Conozco el himno italiano, pero no lo cantaré”. Quedaba claro pues que Amauri aceptaba la llamada de la Azzura simplemente porque no tenía sitio en la delantera de su país de origen, Brasil. Esto, obviamente no sentó nada bien entre los sectores más radicales italianos que les duele como una puñalada ver a un extranjero con la camiseta de su amado país. Si encima hace las declaraciones de Amauri, el jugador estaba señalado. El partido de su debut, el pasado agosto de 2010, fue el primero y el último que ha jugado con Italia. A partir de entonces, su rendimiento ha caído en picado y en la actualidad no cuenta para el seleccionador.
Un ejemplo reciente de los que, pese a ser nacionalizados, se llevan bien con la afición es Thiago Motta. Brasileño pero con nacionalidad italiana desde su nacimiento, jugó siempre con la canarinha en categorías sub 17 y sub 23, aunque cuando creció futbolísticamente, siempre quiso jugar con la selección italiana. Este sueño fue cumplido el pasado mes de febrero cuando debutó con la absoluta transalpina. Un mes más tarde, anotaba el gol de la victoria ante Eslovenia, siendo desde entonces un fijo para Prandelli. Entonces declaró que “aunque no se me el himno, me siento 100% italiano”.
Otros en cambio, como Giuseppe Rossi, no ha tenido problemas con la afición pese a nacer en Estados Unidos. Claro que su caso es especial puesto que sus padres son italianos y por circunstancias nació en EEUU pero su vida es totalmente italiana. Es una de las estrellas de la actual Selección. Ocurre el mismo caso con Simone Perrota, nacido circunstancialmente en Inglaterra, a los 6 años se trasladó a Italia, pero como en el caso de Rossi, vive y ha vivido siempre en italiano, siendo indiscutible en la Selección transalpina de los últimos tiempos.
Otros no han tenido tanta suerte y se han quedado con las ganas de vestir la camiseta, como es el caso del italo-argentino Maxi López, ex jugador del Barcelona entre otros. “El Massi”, en su ingenuidad, declaró recientemente que “me encantaría vestir la camiseta de Italia”. Claro que no contó que sólo por el hecho de ser argentino no te abre las puertas de una selección como la italiana, también hace falta un mínimo calidad.
Así pues, con el debut esta noche de Pablo Osvaldo con la Absoluta italiana cada vez más globalizada, a pesar de sus muchos detractores, se sigue la línea de Cesare Prandelli de contar con todo jugador que pueda ser convocado, sea cual sea su nacionalidad. Así, de hecho, no ha dudado en calificar de “nuevos italianos” a los nacionalizados y que “los nacionalizados son el futuro de la selección nacional”. Por fin alguien pone algo de cordura ante el fanatismo irracional de la siempre ultra patriótica afición italiana.