D'Alessandro, el ego que supera a la calidad
Una estrella que nunca logró serlo

En la vida es igual de importante la calidad humana como la personalidad. Hay que saber qué hacer y cómo en cada momento, pero al mismo tiempo saber controlar cualquier tipo de reacción ante una situación adversa, o al menos complicada.
En el fútbol ocurre lo mismo. Jugadores buenos hay muchos, existen cientos, miles de jóvenes promesas que sueñan y pelean día a día por lograr alcanzar una meta que desde muy temprana edad ya convive en sus mentes: ser jugador de fútbol.
Para ello deben entrenar a porcentajes iguales los factores mente y físico, ya que si alguno de los dos falla se obtienen fracasos deportivos que en muchas ocasiones conviven de forma duradera tiempo que el más grande de los éxitos.
Un claro ejemplo de ello es el caso de Andrés D´Alessandro, jugador argentino que actualmente milita en las filas del Internacional de Porto Alegre en Brasil y que se ha convertido en uno de los fracasos futbolísticos que más han dado que hablar en los últimos años.
Natural de Buenos Aires, Argentina, D´Alessandro pronto comenzó a despuntar en las inferiores de River Plate. Su calidad no dejaba a nadie insatisfecho y pronto recibió sus primeras oportunidades en la primera plantilla de los millonarios.
Tal fue así que en el 2001 fue una de las auténticas perlas del Mundial sub-20 que se disputó en Argentina y en el que el combinado albiceleste vencía en la Final 3-0 a Ghana y se coronaban Campeones del Mundo Sub-20. Jugadores como Javier Saviola, Rafael Van der Vaart , Adriano o Huntelaar comenzaban a dar que hablar.
Era la cima para un jugador que un año después se consagraría en el campeonato doméstico argentino en las filas de River Plate. Jugando de enganche, con su particular estilo de juego, manejando los tiempos,
sirvió gran número de goles a Fernando Cavenaghi, que lograría el pichichi goleador.
Sorprendente fue verle convocado para un amistoso benéfico disputado en el Santiago Bernabéu entre el Real Madrid y combinado de estrellas.
Era un nuevo 'caso Maradona'. Un jugador que destacaba del resto y al cual comenzó a relacionarse con los principales clubes europeos. Barcelona, Manchester United o Juventus, entre otros, llamaron a la puerta del Monumental de Buenos Aires preguntando por el centrocampista argentino.
Su puerta de salida tuvo que esperar un año más. Fue en el 2003 cuando River Plate aceptaba una oferta del Wolfsburgo alemán para que 'el Cabezón' diera el salto al fútbol del viejo continente.
El apoyo y expectación creados por los medios hicieron que su figura se ensalzara a los cielos, creando en él un crack que quizás existía, pero que nunca hizo acto de presencia.
En la Bundesliga estuvo una temporada y media. El primer año mostró parte de su calidad, pero no llegó a explotar tal y como se esperaba, y no llegó a hacerlo. En 2004, tras varias discusiones públicas de Andrés con su por aquel entonces técnico Klaus Augenthaler hicieron que en el mercado de invierno fuera cedido a la Premier League a las filas del Portsmouth. El técnico alemán afirmó que 'El problema es que se cree Maradona'.
Tras no triunfar en Inglaterra al verano siguiente fue cedido y posteriormente traspasado a las filas del Zaragoza, donde cuajó sus mejores actuaciones, todavía muy lejos de lo mostrado en Argentina.
Su carácter engreído, prepotente y en ocasiones agresivo hicieron que volviera a verse envuelto en trifulcas con compañeros e incluso con su propio técnico.
Tras varios años de vivencias europeas 'el Cabezón' volvía a Sudamérica convirtiéndose en lo que muchos temían, un proyecto fracasado.
Su nuevo club sería San Lorenzo de Almagro, pero tan solo sería un equipo expréss para el argentino, que sería traspaso a la temporada siguiente.
Actualmente, sobrevive en las filas del Internacional de Porto Alegre, llegando al nivel esperado, pero con el fondo de una liga de segundo plano mediático en la que el trabajo principal es sacar jóvenes perlas para exportarlas al fútbol europeo.
D´Alessandro, un jugador que lo tenía todo para triunfar, que poseía la calidad y técnica necesarias para convertirse en uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol argentino pero que finalmente quedó en eso, en un proyecto de estrella marcado por un carácter que le echó a perder como futbolista.
Un jugador que en 11 años de trayectoria profesional ha militado en 6 equipos y tan solo en sus inicios en River Plate supo sacar real rendimiento de sus capacidades. Su mal carácter y negativos apoyos le cegaron como profesional.
Su mayor error, creérse mejor que el resto, situación que no se les ha pasado por la cabeza a grandes del fútbol argentino como Pablo Aimar o Juan Román Riquelme. Una perla del fútbol que no es que no pudo nacer, sino que no quiso hacerlo.