Mundial Sudáfrica: Brasil cauteloso pero efectivo

El Mundial de Sudáfrica 2010 se ha convertido en la cuna de esquemas tácticos conservadores. Sistemas defensivos muy rígidos que intentan salvaguardar el 0 en la portería lo máximo posible a partir de planteamientos cautelosos. Así, el juego queda destinado a punzantes contragolpes que buscan romper esquemas y partidos con el recurso más añejo del balompié: los incesantes desbordes por las bandas. Y el mayor exponente en ese rubro es sin dudas, Brasil. ¿Retroceso o vanguardia? No lo sabemos. Si sabemos que el fútbol y los protagonistas (léase jugadores y entrenadores) se amoldan a las circunstancias, a lo que pide el momento. El Mundial, por caso, no da tiempo a errores: perder un partido puede obligarte a hacer las maletas de la noche a la mañana. Por eso, lo que se impone como moda son la defensas cerradas al estilo "cantenaccio" italiano. No a ese extremo. Pero sí buscando similitudes y puliendo detalles para buscar la mejor fórmula: es decir tener a disposición jugadores que puedan lograr romper esquemas con inteligentes contragolpes al punto de que una vez que el equipo convierta un gol, la historia ya no cambie de rumbo gracias al cerrojo del fondo. Claro, eso exige concentración y trabajo, y para ello hay entrenadores como Dunga que se sumergen en un laboratorio por horas para buscar la receta justa que marque el éxito. Es por ello que el mejor exponente de lo que hablamos aquí es Brasil. Y es el que mejor imprime en este Mundial. Es verdad que era entretenido ver al Brasil modelo 2002, campeón en Corea-Japón. Ahí se paraba con un audaz 3-4-1-2, que encandilaba al planeta cuando al unir en un mismo equipo a Ronaldinho, Rivaldo y Ronaldo con la ayuda respiratoria de Cafú y Roberto Carlos, que subían y bajaban durante los 90 minutos de partido. Pero también fue aburrido el rol norteño en Alemania 2006: Parreira no pudo explotar la materia prima y Ronaldo, Ronaldinho, Cafú, Roberto Carlos, Kaká, Robinho, Adriano y Ze Roberto, no encajaron en el sistema. Pero una vez que Dunga asumió como entrenador, todo cambió. Y fútbol brasileño vivió un antes y un después. Desde su llegada, el entrenador anunció que su filosofía de juego sería la misma que él imprimía en el campo cuando era jugador y capitán del Scratch. Es decir: presionar e intentar sorprender en velocidad, agregando mucha fricción en el medio y explosión por las bandas. Claro, usted dirá: con jugadores como Maicon y Dani Alves, cualquiera lo puede concretar. Pero no es tan sencillo como aparenta. Dunga forjó un largo proceso. Donde cambió el jogo bonito, por el fútbol efectivo. Se rodeó de críticas y tuvo que lidiar con ellas. Pero salió adelante: primero cuando, con un combinado discreto logró la Copa América de Venezuela, luego con una efectiva y de menor a mayor campaña en la Eliminatoria sudamericana que terminó conquistando. Y ahora, planteando el estilo más eficaz del Mundial. ¿Brilla? No. ¿Reluce? A veces. ¿Enamora? No. ¿Sufre? No. ¿Gana? Si. Y es así de simple, porque desde un principio tuvo en claro los 23 de nombres que viajarían a Sudáfrica y con ello el sistema táctica a emplear. Borró a Ronaldinho y Adriano y dio paso a algunos jugadores con poco renombre, pero con mucho funcionamiento para su esquema. Brasil se para firme en la cancha. Como pocos lo hace. Ofrece una fuerte y acertada presión en la mitad del terreno. Espera a su rivales sin asfixiarse en el fondo y tiene siempre listo a Maicon y a Bastos para ensanchar la cancha con el fin de desbordar al rival para la llegada de Kaká, Elano y Robinho que se encargan de limpiar el juego sucio para que Luis Fabiano pueda anotar. Por ello, hoy es el goleador del combinado norteño. Así, muchas "estrellas" de este equipo deben renunciar al lujo y dar paso al sacrificio en un esquema que siempre se parará con línea de cuatro que tendrá siempre dos laterales de continua proyección, dos hombres de marca ruda y otros dos para crear en el contragolpe. Y sencillamente, una vez que los de Dunga consiguen la ventaja, va ser muy complicado quebrar el triángulo final de Juan, Lucio y el mejor portero del mundo, Julio Cesar. Es verdad que Luis Fabiano no es Ronaldo; Baptista no es Rivaldo; y Maicon, Dani Alves y Gilberto no son Cafú y Roberto Carlos. Pero Brasil es ahora un equipo sólido y colectivo, que no está brillando, pero sí ofreciendo el juego más práctico del Mundial. Y esto le podría alcanzar para levantar su sexto título mundialista.

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