Eliminatorias: Argentina impone su ley en Montevideo

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Una auténtica final. No existen muchas palabras más para definir lo que sucedió sobre el césped del mítico estadio Centenario de Montevideo, aquel que albergara la primera final de una Copa del Mundo allá por 1930. Nervios, emoción, expectativas, gritos, corazones con taquicardia, desazón, fervor, locura y vaya uno a saber cuantos sentimientos más. Fútbol, lo que se dice fútbol, no mucho. Pero eso es lo de menos en partidos como estos. Feo, deslucido, con más sudor que inteligencia. Eso es lo que se vio sobre la verde alfombra y el resultado final fue uno que no se daba en escenario hace más de 30 años: Argentina derrotando a Uruguay y consiguiendo el pasaje, el ansiado boleto a Sudáfrica.

Fueron 90 minutos a pura angustia, pero, dentro de ellos, el dominio fue alternándose entre uno y otro bando. Comenzó, como era de esperar, mejor Uruguay. Luis Suárez, el buen delantero del Ajax, aparecía como una amenaza punsante para una última línea argentina conformada por cuatro jugadores con mayor tendencia a ser marcadores centrales. Diego Maradona previó la dureza del encuentro y optó por alinear de laterales a Otamendi y Heinze, algo que reducía ostenisblemente las proyecciones (al menos las eficaces) por las bandas, pero que le aportaba mayor marca y cobertura por los costados. A su vez, los de Tabarez buscaban presionar la salida y convertir al estadio en un hervidero con una salida agresiva.

Poco a poco la efusividad fue atenuándose, aunque no la dureza del cotejo. Mucha pelea, mucha falta al límite del reglamento, mucha enjundia se veía desde ambos costados. Huelga aclararlo, de fútbol, poco y nada. Así, paulatinamente, Argentina fue adueñándose de la posesión y también del tempo del partido. Verón, recordando a aquel que comandara a Estudiantes a la conquista de la pasada Copa Libertadores, marcaba los compases del juego, mayoritariamente lateralizando el juego y haciendo fluir el balón con tranquilidad. Todo lo contrario de lo que le convenía a Uruguay. Así se fue el primer tiempo, igualdad en el Centenario y también en Santiago de Chile.

El comienzo del segundo tiempo trajo una buena noticia para ambos conjuntos: Humberto Suazo, ese buen delantero que tiene el seleccionado chileno, ponía en ventaja a la roja sobre Ecuador, el tercero en discordia. Se podía suponer que ese gol transmitiría mayor tranquilidad a la hora de jugar para Argentina y Uruguay. Pero no lo fue tanto. Tabarez intentó la heroica enviando al campo de juego a Abreu, el "Cebolla" Rodríguez y a Edison Cavani. Diego, en cambio, se decidió por abroquelar aún más a su equipo para hacer lo que mejor habían hecho hasta dicho momento: defender un resultado que les convenía. Envió al césped a Monzón, a Bolatti y, por último, a Carlos Tévez.

Todo hacía prever que terminaría en un tablas. Uruguay iba con muchas más ganas que ideas, acumulando hombres y buscando el gol en una pelota detenida que los llevara a Sudáfrica sin escalas intermedias. Pero no fue así, sino todo lo contrario. Martín Cáceres vio la tarjeta roja en un balón que perdió con Jonas y de esa jugada llegó el gol de la calma total para la Argentina. Messi amaga a colgarla en el área, pero la cede a Verón. La figura del encuentro dispara a portería y el rebote queda en los pies del elegante Mario Bolatti. Paradojas del destino, con tantos millones sobre la cancha, fue el jugador que quizás menos cotización tenía el que puso el finiquito. Desahogo, con insultos a la prensa incluidos, para Diego y los suyos. Algo de desazón para los charrúas, sabiendo que dependían de ellos mismos, pero con las esperanzas de saber que aún siguen dependiéndolo. Enfrente estará la sorpresiva Honduras.

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