Wigan: Historias de Northern Soul y un poco de fútbol emergente
Entre 1973 y 1981, la grisácea -vaya redundancia para referirse a una localidad del norte inglés- ciudad de Wigan había logrado constituirse como uno de los más importantes centros recreativos de toda Europa y, por qué no, del mundo entero. No, no había allí un gran parque de diversiones ni nada por el estilo. Allí estaba emplazado el Wigan Casino, el club de soul más grande que haya existido, la meca misma de los sonidos negros en formato bailable. Cientos y miles de jóvenes se daban cita cada fin de semana en las puertas de esa sala de apuestas reconvertida en discoteca para danzar frenéticamente al ritmo del northern soul.
Poco a poco, este sitio fue adquiriendo dimensiones mitológicas, hasta el punto de ser elegido por la revista Billboard como la discoteca más importante del mundo allá por 1978, superando incluso a todo un Studio 54 en plena época de gloria. Así es como una ciudad sin demasiado renombre, perdida en el norte inglés, había puesto su nombre en el mapa. Wigan era Wigan por el Casino Club, ese lugar paradisíaco para cualquier amante del northern soul; lugar donde, de seguro, se formaron multitud de parejas, se gastaron miles de suelas de zapatos y también se montaron cientos de trifulcas. Porque, como tarde o temprano suele suceder en esta clase de sitios, lo peor de la noche tomó por asalto al glorioso club de soul hasta que cerró sus puertas en forma definitiva.
Ya no hay acrobacias, talco en la pista de baile ni el "I'm on my way" del gran Dean Parrish se encarga de cerrar los allnighter a las 8 en punto. De hecho, ni siquiera hay Wigan Casino y el northern soul es un recuerdo patrimonio de los memoriosos que alguna vez pasaron por allí (que no fueron pocos) y se divirtieron a raudales con sus deslizantes zapatos de bowling campando a sus anchas en la pista de baile. Pero ya desde hace algunos años, Wigan ya tiene otro motivo para sentirse una ciudad orgullosa.
Ya no tendrá que rememorar aquel pasado glorioso, en tiempos donde un casino se convertía en la pista de baile más caliente de toda la isla. Ahora también hay fútbol. Y de ese que está inmiscuido en el más alto nivel. El Wigan Athletic, ese "pride of the north", como ellos mismo señalan, está a punto de comenzar su quinta temporada consecutiva en la elite del fútbol británico. Y tendrá a un español como máximo responsable desde el banquillo para que las cosas funcionen tan bien como se vienen dando desde que llegaron a la Premier League.
El Wigan Athletic finalizó en la 11ra ubicación en la pasada liga y los "Latics" buscarán, al menos, repetir lo hecho durante la 2008/2009. No estará Antonio Valencia, la joya más preciada de la colección de discos del DJ más reputado, pero sí una buena nómina de jugadores como para intentar mantener el listón un año más. Roberto Martínez no debe saber mucho de piruetas y acrobacias, de anfetaminas y simples rarísimos que giran a 45 revoluciones por minuto. Pero, de seguro, arrimará todo su buen hacer que lo hizo sobresalir en el Swansea para que los norteños sigan en su pináculo de gloria futbolera. Y es que, a falta de Wigan Casino, bien vale un Wigan Athletic.