Konoplyanka, la amenaza del Sevilla

Yevhen Konoplyanka es la gran estrella del Dnipro, quien hoy se enfrenta al Sevilla en la final de la UEFA Europa League

Las estrellas acaban su vida transformadas en pequeños objetos del tamaño de la tierra una vez que agotan su fuente de energía. Conocidas ya como enanas blancas, los cálculos cuánticos y relativistas degeneraban en su final. Esa era la única teoría conocida y, por tanto, la más ajustada a la realidad, la misma que alteró drásticamente el físico indio, Subrahmanyan Chandrasekhar. Sus cálculos, mucho más elaborados y detallados durante años, mostraban que para estrellas de masa superior a 1,4 a la masa del Sol, en ausencia de una fuente interna de calor, se colapsarían por debajo del tamaño terrestre. Este nuevo límite conocido, es desde entonces el límite de Chandrasekhar y provocó, entre otras cosas, el descubrimiento de los agujeros negros.

Una palabra que en Ucrania tiene una doble dualidad para sus ‘estrellas’. Por un lado, la famosa esfera con forma de ovoide hallada hace unos años por un granjero del norte del país y que con 10 millones de años de antigüedad, algunos catalogan como un ‘agujero negro’ que por motivos desconocidos se desactivó. Por otro, más cercano a la sociedad cotidiana, la gran cantidad de talento futbolístico generado en sus canteras, que les hace mejorar su nivel global, que les ha instalado ya en un segundo escalón competitivo, pero que aún encuentra freno en su globalización. Jóvenes catalogados como ‘estrellas’ europeas a las que los principios, premisas y aptitudes financieras del estado ucraniano, siguen colocando trabas en su camino hacia el éxito global. Ese límite, ese ‘agujero negro’ del organigrama que destapó Chandrasekhar, lo ejemplifica como nadie la ‘perla’ del momento, Yevhen Konoplyanka.

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Y es que pese a la apertura de Ucrania al mundo y sus tratos internacionales, la prioridad número uno de los ucranianos es la economía. Desde el nuevo siglo, también ayudado por el cambio de moneda (grivna), el país ha logrado un importante desarrollo con un promedio anual del 7%, pero aún arrastra enormes problemas en infraestructura y los transportes subdesarrollados, la corrupción y la burocracia. Por todo ello, conscientes de que el desarrollo global iba a ser mucho más lento, surgieron inversores millonarios a nivel comarcal en cada óblats (provincia). Hoy, no sólo son más de 7.000 (según datos oficiales, esos son los millonarios que se establecen en Ucrania), sino que crece a ritmo descontrolado: "Un total de 963 millonarios ucranianos vive en Kiev, más de 500 viven en Dnipropetrovsk y 45 son de Donetsk", dijo en una conferencia de prensa Stepan Dusyak, director de tributación individual del Servicio Estatal de Impuestos.

Esta relación financiera-futbolística no se hizo esperar pues, como movimiento de masas y escenario propicio a simpatía, el deporte rey en Ucrania reunió siempre grandes expectativas y apoyos sociales. Por ello, cada millonario no se contentó con extender sus redes empresariales, sino que estableció bases y amplió sus posesiones con la compra de clubes, defendiendo premisas nacionales y manteniendo en cartera a las estrellas que el fútbol nacional generaba. Por ello, en los últimos años ningún jugador mínimamente potencial ha podido salir del país, ser traspasado, cedido o encontrar un nuevo alojamiento pese a haber tenido ofertas firmes sobre la mesa.

La generación del 89-90, con algunas de las estrellas que ya se han confirmado en la selección absoluta, ejemplifica esa imponente premisa institucional de no permitir la fuga de talentos al exterior. Ideales políticos llevados al fútbol que alimentan el nivel del fútbol nacional, que reactivan la relación de los aficionados con sus jugadores, que mantienen el compromiso con los hinchas y que logra una unión prácticamente imposible de entender lejos de sus fronteras. Quien más reafirma esas connotaciones es Yevhen Konoplyanka, la estrella de un millonario aún modesto como el Dnipro Dnipropetrovsk (propiedad de Andriy Stetsenko), que siendo el equipo de la fábrica de metalurgia toda su historia, ha ido ganando potencial económico año a año con la llegada de patrocinadores de la zona. Su principal obsesión es convertirse en un competidor anual del Dinamo de Kiev y el Shakhtar Donestk, aunque se alía más al nacionalismo de los de la capital (con quien mantienen estrechos lazos deportivos).

Todo ello imposibilita la marcha de un centrocampista talentoso, capaz de jugar por cualquier zona de la medular, con mucho criterio asociativo pero con individualidades contrastadas y un gran cambio de ritmo en carrera. Un chico de sólo 23 años que ya lidera a Ucrania y que sabe que su futuro le obligará a buscar éxitos nacionales en Dnipro. Un freno futbolístico únicamente justificado en premisas político-económicas, intolerante a las ofertas extranjeras, pasivo ante los esfuerzos exteriores y que acaba reflejándose en la actitud de la propia selección ucraniana. Hoy, esa fuerza colectiva unida en torno a tantas restricciones, se jugará el pase a la siguiente ronda ante Inglaterra con un once ‘patrio’ (ante Suecia en el primer partido solo Tymouschuk-Voronin no juegan en el fútbol ucraniano actualmente) y un sentimiento colectivo envidiable (por ejemplo, el Dinamo de Kiev aorta nueve jugadores a la convocatoria). Ese punto, ese ‘agujero negro, es el freno dual. El límite de Chandrasekhar. El límite de Konoplyanka.

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