Ucrania: el hermetismo como condena

Se afronta un proceso de renovación tras otro fracaso

Ucrania se ha quedado fuera del Mundial de Brasil 2014 después de que Francia remontara la eliminatoria, lo que pone bajo la lupa el hermetismo de los ucranianos como principal defecto y culpable de los males.

Ella quiere ser piloto de avión y nunca bajó los brazos para conseguirlo. Su madre, ama de casa fiel y sacrificada, tiene temor a que ‘la niña’ acabe defraudándose. Su padre, que grita poco pero maneja argumentos de peso cuando mira fijamente, aguanta a 80 niños diarios en el gimnasio de su escuela. Los tres pasean por Kiev pese a haber nacido en Volyn. Relatan su proyecto, sus ideas, sus matices, para organizarse en torno a las necesidades familiares. Si ella quiere cumplir sus metas, lo hará. Abrigo, ambiente gélido y coloridas fachadas, que de vez en cuando, dejan ver una bandera con el símbolo más ferviente para todo ciudadano de la capital, el escudo del Dinamo de Kiev. “Ese no estaba ayer. Ya hemos sumado otro más a la causa”. No hay motivos para temer por el futuro. Todos acaban sonriendo. Hay alguien que vela por ellos.

Los Mykhalyk nunca fueron familia pudiente, se lo encontraron. Pero su corazón y sus sonrisas diarias, van inevitablemente de la mano de aquél escudo que les cambió la vida. Porque si la hija estudia en la Universidad de Aviación, si la madre organiza cuentas con soltura y si el padre no debe multiplicar su jornada laboral, se debe a que el hijo, acabó atrapado por la pelota en aquella clase donde debió explicar lo de “yo quiero ser de mayor…”. Años después, su sentimiento se fundió en éxito y puede mirar atrás orgulloso. Sus lesiones y falta de continuidad actual, le hicieron perder su lugar en la selección, pero Taras Mykhalyk es el único jugador en superarla barrera del ‘Telón de Acero’ futbolístico. Una línea patriótica, sobria y de difícil quiebre. Una línea arcaica, robusta y de mentalidad sólida. Él, es exclusivo. Él, es el único jugador ucraniano en ser vendido al extranjero durante los 4 últimos años. Una especie fuera de hábitat. Ese que les une como pueblo. Ese que les hace tener una selección 97% basada en la Ukranian Premier League. Ese que les impide explotar el lenguaje del fútbol.

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Si nos retrotraemos varias décadas atrás, cuando la URSS era futbolísticamente una potencia mundial, varios de los integrantes más exitosos, habrían tenido cabida en la previsible selección ucraniana que surgiría tras la disgregación soviética. Pese a ese porcentaje de genios siempre adaptados al primer nivel, muchos decidieron alistarse en el combinado ruso en el momento en el que saltaron ‘chispas’ bélicas, por lo que mitos como Kanchelskis, Onopko o Salenko, debilitaron el sentimiento de una nación recién nacida que perdía gran parte de sus elementos nacionalistas. La potente intención de exaltar el amor a la bandera ucraniana y a las nuevas premisas socio-políticas, encontraron en el fútbol un golpe anímico global casi inesperado pero de enorme trascendencia. Sobre todo, porque a diferencia de sus ‘vecinos’ y otrora enemigos rusos, la progresión y filosofía futbolística en Kiev, no guardaba relación alguna con Moscú. Allí, los jugadores sí habían logrado liberarse y buscar acomodo de nivel en el resto de Occidente. Aquí, cada jugador creado por la maquinaria patriótica, tendría casi imposible buscar metas exteriores. Una línea que amplió su fuerza y que a día de hoy, en pleno caos cosmopolita, les mantiene como la nación más ‘cerrada’ del fútbol europeo (y por ende, prácticamente mundial).

En épocas pasadas, el centro neurálgico del fútbol soviético se trasladó a Ucrania con la convicción en la figura de Valery Lobanovski, una figura representativa e idónea del perfil personal-profesional que abanderan aún hoy en día. Él fue un avanzado que introdujo desde dietistas y aplicaciones informáticas, hasta un estricto sistema de entrenamiento con su inalterable gesto duro-recto. Gran preparación física, exactitud matemática en la parcela táctica y un temperamento poderoso. Todo ello, generó un aire marcial tras el ‘Telón de Acero’, derivando en una identidad tan fría y geométrica como tabicada y hermética a lo ajeno. En resultados, sus avances setenteros y ochenteros, plasmaron la fuerza del considerado por muchos como mejor combinado del planeta en el momento (Dinamo Kiev), sacando a relucir todas las cualidades de los Rudakov, Kolotov, Blokhin, Onyschenko, Zavarov o Belanov (sumaron ocho títulos de Liga, seis de Copa URSS, dos Recopas y una Supercopa de Europa). Todos ellos, mitos vivientes de una etapa incomparable, pero igualmente, mitos obligados a brindar sus virtudes únicamente al pueblo ucraniano. Ninguno de ellos recibió permiso para jugar en el extranjero (quien lo logró, lo hizo a clubes terciarios ya en sus últimos suspiros de carrera). Ninguno de ellos pudo sacar partido financiero-deportivo de sus increíbles cualidades. Ninguno de ellos optó a los mejores focos de un planeta fútbol que sufría un peligroso auto-sellado. Eran producto del ‘Telón’.

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Con el paso de los años, han sido mínimos los resquicios que la mentalidad ucraniana ofrecía a sus estrellas, pues salvo casos aislados como los talentosos Rebrov y Andrei Shevchenko (que tuvieron que destrozar a los grandes del continente para que su salida fuera exigencia mundial), el capitanísimo Tymoshchuk (al que únicamente se le permitió salir por no pertenecer a clubes de la capital), o el imprevisible Chigrinski, las estadísticas son abrumadoras. Desde entonces, el único en cuatro años, el único en salir, en tener una idea exterior, en poder vivir otro aroma futbolístico (tampoco muy diferente pues se fue al Lokomotiv Moscú), ha sido Mykhalyk. Este central que empezó su carrera como delantero, que tantas veces fue llamado al combinado ucranio como mediocentro y que acabó lo más retrasado posible, fue primero fue estrella Sub 21 y más tarde se ganó un aprecio global que lo llevó a ser incluso capitán nacional en algún momento.

Él, representa el único descosido de un mercado futbolístico altamente agradecido en salarios, muy hermanado de las jóvenes promesas brasileñas y frenado por completo en transferencias de sus principales estrellas actuales. No es raro, por tanto, observar como Yarmolenko, Konoplyanka, Zozulya y muy pronto Koval, mantienen año tras año su estadía bajo unos mismos colores y sentimientos. Se harán viejos allí. Pasará su tren allí. Cederán a metas de mayor enjudia allí. No es la respuesta de su corazón. Es la obligación de su muro. Hoy, sus propias limitaciones y premisas identitarias, le pasan factura y destripan su arraigo nacional. Ucrania está fuera del Mundial de Brasil 2014, pero siguen sin haber descosidos en el Telón…

EL DEBATE: ¿DEBE ABRIR UCRANIA SUS FRONTERAS PARA TRIUNFAR?

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