PSG: Laurent Blanc, el chef de la renovación parisina

El técnico francés debuta en la Ligue 1 con los parisinos

Laurent Blanc debuta en la Ligue 1 como entrenador del Paris Saint-Germain, con la obligación de revalidad el título de campeón de Francia en la temporada 2013-2014. Lo analizamos a fondo.

Era el hogar de los alimentos y de los aromas irrechazables cada almuerzo. Se asomaba a la puerta, intentaba zafarse del radar enemigo y buscaba alcanzar a toda costa la olla que habían vuelto a preparar su madre y su abuela. Ellas, dueñas del gusto alimenticio mucho más allá de sus fronteras hogareñas, habían convertido aquella habitación en la más especial, pues durante años, la casa de los Vongerichten gestionaba comida para 50 empleados en su empresa familiar. El amor por las especias, las salsas y los sabores más singulares, le fue concebido por habilidad divina (“Me despertaba cada mañana con los más maravillosos olores”), pero Jean-Georges entendió que su sofisticada y vanguardista visión culinaria, marcaría nuevos estándares y ayudaría a definirlo como el líder de la actual generación de cocineros europeos. Hoy, tras numerosos escalones superados en las capitales más exigentes del planeta gastronómico, posee restaurantes de lujo por todo el mundo y es conocido como el ‘paladar’.

Fue el primero de muchos cocineros audaces que le establecieron como un creador de tendencias, algo que hace unos años, desde su tierra vinícola de Alsacia, Laurent Blanc utilizó como comparativa. Fan del afamado cocinero, quiso usarlo para ejemplificar con su carrera, asegurando que como Jean-Georges, toda su vida fue un camino de aprendizaje, renovación y búsqueda de mejoras con la finalidad de maximizar sus virtudes. El entrenador vivía por entonces un momento de esplendor basado en premisas, conceptos e ideas vanguardistas llevadas al éxito de manera inesperada. Un nuevo estándar que, tras brillar entre los humildes (ganó Ligue 1 con Girondins de Burdeos), fracasó ante los más perfeccionistas (caos en selección francesa), y quedó absorbido. Sin embargo, Le Président nunca dejó de sorprender, puesto que antes, mucho antes, ya había cambiado su rol para completar su éxito como futbolista. Ese que, pese a servirle hoy para ser recordado como el líder defensivo más referencial de Francia, inició siendo un carrilero-extremo con muchísimo gol (marcó 75 goles en Montpellier). Blanc vuelve a estar obligado a una nueva receta culinaria y ahora, sin margen de error.

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Un margen que contaba con las mejores perspectivas hace apenas unos años, pero que se estrechó tras olvidar el estándar que lo llevó a la gloria. El técnico ensució sus condiciones y reculó en ambiciones, pero mantuvo una aureola que le facilitó una segunda oportunidad, la de un PSG ansioso de su versión más vanguardista. Será la primera tras una hiperactiva pretemporada de rumores y que llega como casualidad del destino, pues el arranque de las nuevas pretensiones parisinas choca frontalmente con el pasado de su técnico. El inicio del nuevo proyecto en El Parque de los Príncipes le llega tras la marcha de Ancelotti y no como el premio que hace algunos años sí hubiera merecido por lo demostrado en base a sus resultados y que ahora le llega como producto de la necesidad iconográfica para el banquillo del que pretende ser líder del fútbol francés y principal competidor europeo del país.

Blanc lo tuvo todo como central. Capacitado para ser el líder defensivo de la mejor Francia de las últimas décadas, se convirtió en mucho más cuando progresó hacia los mejores clubes del continente, rompiendo moldes en Barcelona, Inter o Manchester United, pero sobre todo, afinando muy buenos contactos para un futuro cercano que no podía esconder sus aptitudes para ocupar el asiento clave de cada vestuario. Toda esa habilidad para reconvertirse del jugador de aceleración, recorrido y velocidad para alcanzar el área contraria que era en sus primeros años de profesional, a ser quien equilibrara las líneas defensivas más competitivas del mundo, la mostró en su estreno desde el banco en Burdeos. A su llegada, el Girondins estaba deprimido, alejado de resultados merecedores de clasificaciones honrosas y sin un patrón de juego que en apenas unos meses, recondujo con brillantez, siendo segundo clasificado y generando la base de su éxito posterior. Un año después, ganando los últimos once partidos, recuperó el trono de la Ligue 1 para los aquitanos tras una década de sequía que amplió con la Coupe de la Ligue. Pero su gran mérito radica en haber transformado un vestuario, renovado conceptos, aportado identidad y haber logrado sacar rentabilidad a jugadores que no eran sino ‘experimentos’ venidos a menos sin su presencia (no se ha visto mejor versión de Gourcuff, Tremoulinas, Chamakh, Wendel o Diawara). Un equipo con grandes lecturas en sus carrileros, una libertad creativa notable para sus estrellas y con habilidad para equilibrar muy bien el ritmo de los partidos, que rompió además el mando dictatorial del Lyon. Su éxito le abría las puertas de medio mundo, pero la falta de referentes hizo que la Federación Francesa lo convenciera.

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Y allí encontró absolutamente lo contrario a lo deseado. Si fue capaz de frenar las polémicas de etapas previas con jugadores exageradamente crecidos en su ego pese a no lograr demostrarlo en el césped y enorme explosividad por el carácter de muchos de ellos, pero jamás supo como identificar a su selección. Dio la alternativa a quienes lo merecían muy por encima de nombres, aunque la línea nunca acabó de ser realmente recta y con la vitalidad suficiente. Se le esperaba en largo plazo, se trabaja sin prisa esperando al Mundial 2014 como punto de análisis realista, pero su dinámica en una primera fase de Euro 2012 donde fue irregular y, sobre todo, la derrota sin opciones que ofreció ante España, arrollaron todo a su paso. Una semana después de tan dolorosa eliminación, la federación anunció que Blanc no había alcanzado un acuerdo para continuar y la única realidad es que ser ninguneado mientras su Francia únicamente guardaba la posición y no lanzaba ni una vez a portería, mostró demasiada debilidad para confiar en su desempeño.

Desde entonces, su pista había quedado algo desvirtuada y maquillada por la negatividad de su aventura Bleu, pero la multimillonaria propuesta del PSG apareció en su camino para hacerle retornar a la élite. Renovador interesante a veces, precavidamente temeroso otras, Laurent Blanc arranca de manera oficial la Ligue 1 enfrentándose al Montpellier, después de que ya disputara la finalísima del Trophee des Champions (Supercopa francesa) contra el Girondins de Burdeos. Un plato donde empezar a demostrar la necesidad de ofrecer su nueva receta culinaria en la cocina más lujosa y exigente de toda Francia. La mesa está puesta.

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