Werder Bremen: Thomas Schaaf, despedida para evitar suicidio

¿Ha llegado el final de su etapa en Bremen?

Por primera vez durante los catorce años en los que lleva siendo entrenador del Werder Bremen, Thomas Schaaf se encuentra discutido por sus métodos. Prensa y crítica se muestran cansados de su alocada filosofía y piden un cambio. ¿Será el final de Schaaf en Bremen?

Ha descendido en los últimos 25 años, ha logrado situarse en unos 11.500 al año y si sumamos a esa cifra los casos vinculados al sida, accidentes automovilísticos, sobredosis y abuso de drogas, no se alcanzarían las mismas tasas. Son estadísticas y porcentajes de la cruda realidad de la mente, la cara más alocada, incapaz o cobarde de la muerte. La que esconde depresiones, problemas familiares, escándalos ajustes de cuentas en una mente superada, desbordada por lo que la vida le tenía predestinado. Es el adiós más cruel, más doloroso pero también el de mayor celeridad. Es el suicidio.

A pesar de que el índice por este tipo de muertes se ha visto reducido en un país que teóricamente sirve de ejemplo principal de toda Europa, Alemania sigue siendo tercera del drástico ranking occidental (tras Lituania y Rusia). En los años 80, los números eran mucho más elevados debido a la proliferación de dudas económicas, sociales y culturales, que se manifestaban a todo lo ancho y largo de la geografía germana. En Bremen, sin embargo, las cifras siempre eran las más altas del país. Una serie incomprensible de años donde los hanseáticos no encontraban salida a sus múltiples problemas de identidad. Tal percepción se extrapoló al fútbol, que aún hoy, más de 30 años después de aquellas barbaries mentales, sigue teniendo un exponente que otrora se vestía de corto por el honor de una ciudad y un equipo que se resiste a abandonar. Su adiós, un suicidio para el club. Su permanencia, un suicidio para todos.

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En el césped, por su carácter experimental, arriesgado y hasta anti-natural con la filosofía que abunda en la actualidad, Thomas Schaaf es un alocado inmune (hasta ahora) a sus tácticas ofensivas. No es el Ein-Mann-Club (hombre de un solo club) una persona ajena a todo lo que rodea al club pues en Bremen, en ‘su’ Bremen, también existe lugar para la crítica. Sólo 14 personajes futbolísticos a lo largo de la historia han jugado como futbolistas, han sido posteriormente entrenadores de la misma entidad y ejercieron puestos en la dirección deportiva durante más de 30 años (el míster hanseático suma 39). Schaaf es, por decisión propia y orgullo personal, uno de los románticos que aún disfruta de su trabajo en el Weserstadion, donde su sombra es tan alargada como la del mayor icono posible. Él es Bremen. Él es el Werder.

“Si recibimos tres goles, la mejor manera de ganar es marcar cuatro”, defiende con carácter el míster, aliado de una filosofía elogiable, plausible, admirable por los tiempos que corren pero que, en una época donde se imponen los valores defensivos y la solidez de la línea trasera, quedan muy a merced de los resultados. Su forma de entender el fútbol le lleva a buscar el gol, a presionar al rival, a evitar el atrincheramiento enemigo ofreciéndole facilidades defensivas y, desde luego, a ser referente del fútbol virtuoso. Así han llegado 3 Copas, 1 Copa de la Liga, una final de Copa de la UEFA y una Bundesliga en 2004, acompañada del ‘doblete’ que aún vanagloria en el Weserstadion. Hoy, sin embargo, se le tacha de alocadamente osado y de haber quedado caduco por sus planteamientos arcaicos. Y lo peor, lo que evidencia que los críticos tienen argumentos de peso. Sus mejores días pasaron, el club no fue capaz de mantener a sus jugadores determinantes y la regeneración es tan tardía como decepcionante. Solo hace falta ver la posición de peligro para no descender que ocupan ahora mismo.

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Por todo ello, toca analizar. Nadie mejor que él para valorar la situación actual, alejada de las expectativas de un club en continuo progreso y obligado, cuanto menos, a ser alternativa seria en Alemania para el todopoderoso Bayern de Múnich (un rol que debería ser su meta anual junto al Dortmund, Hamburgo y Leverkusen). La juventud de su plantilla le asegura un futuro con el que trabajar, al que aliarse, al que defender en momentos turbios donde seguramente sin su presencia, el vestuario estallaría y el descenso sería una cruel realidad. Sensaciones grises que, lejos de ser circunstanciales, se han convertido en monótonas, desacreditando al máximo líder de un club que responde a sus movimientos como los ‘músicos hanseática’ en sus calles.

Por vez primera en su mandato, la prensa contradice sus planteamientos y se especula con que incluso los jugadores están motivando una corriente ‘negra’ para abrir la puerta al zar de Bremen. Una plantilla que, por cierto, ya fue castigada por la directiva cuando se tomó la decisión de congelar sus sueldos al 50% los meses de septiembre y octubre del pasado curso por el mal rendimiento. “Hemos perdido confianza y agresividad. Parecía un sparring de boxeo. No ofrecemos resistencia”. Schaaf ha aguantado todos los ‘golpes’ hasta la fecha (ha sido defendido por su directiva mil y una vez desde hace tres años) pero quizás no sea inmune al caos de su alrededor. Sea como sea, su marcha será la de un rey que murió con la cabeza alta y sus ideas en el tapete. Suicidio deportivo como final de una incontestable vida dedicada al Werder Bremen.

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