La historia de Cruyff y el Levante

El holandés protagonizó un culebrón en 1981

El Barcelona visitará mañana al Levante en el Estadio Ciudad de Valencia, recordamos el paso de Johan Cruyff por el club granota en 1980-81, cómo se gestó el fichaje y cuál fue el balance general de su estancia en el conjunto valenciano.

En 1981, cuatro días más tarde del 23-F, el Levante firmó a Johan Cruyff en busca de su ascenso a primera. La cronología de aquel fichaje y su rendimiento posterior en el club "granota", es uno de los capítulos extraños de la historia del fútbol español. ¿Cómo llegó el gran Johan Cruyff a fichar por un equipo de segunda división?

Nos trasladamos a finales de 1980, una época de retornos deportivos como el de Los Angeles Lakers, campeones de la NBA ocho años después con Kareem Abdul-Jabbar como MVP, o la épica del Tour de Francia, donde un holandés que alargaría su carrera hasta los 41 años, Joop Zoetemelk, había conseguido la victoria final. Cruyff tenía 33 y jugaba en Estados Unidos... ¿por qué no iba a intentar prolongar su carrera habiendo sido el más grande en los años setenta?

Con metros por delante era extraordinario; nunca se vio una mejor conducción de balón con un cambio de ritmo tan portentoso. Cuando Cruyff recibía el cuero era imposible predecir qué pasaría. Pinchaba la pelota y movía los brazos, dirigiendo con su mirada y cambiando el ritmo de los ataques. Si Cruyff se paraba, comenzaban unos segundos de expectación, ya que el "Tulipán de oro" improvisaba un nuevo paso. Podía revolverse dos, tres veces en un metro. Volvía a parar y terminaba engañando al rival, escapándose por el mismo lugar donde llegó. Miraba al compañero para regalarle un balón imposible, o directamente apuntaba a la portería desde cualquier zona, ensayando algún golpeo de balón de su variado repertorio.

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En el terreno de juego no necesitaba que nadie le guardara la espalda, jugaba como aprendió en las calles de Ámsterdam, sin diferenciar una final de la Copa del Mundo de una jornada de la NASL. Él inventaba, creaba y maravillaba, consiguiendo arrastrar a cada estadio a miles de aficionados. Intentó explicar los fundamentos de su estilo en charlas y libros, pero el éxito se debía a un instinto innato dentro del rectángulo de juego, y sólo ahí, jugando y después entrenando, pudieron aprender sus discípulos parte de la esencia de su arte, parte porque Cruyff sólo hubo uno. El gol ante Argentina en el mundial de 1974 es una sutileza de quien utiliza las piernas y el cerebro con una sincronización casi asiática; tras fintar a Carnevali y con la portería vacía, decide darle distinción a su gol. Donde la gran mayoría hubiera lanzado con potencia a la red, él acaricia la bola para que traspase la línea de gol besando la cal... es Cruyff, Johan Cruyff.

Cruyff quiere volver

En Diciembre de 1980 llegó a Barcelona para jugar un encuentro amistoso en beneficio de UNICEF junto a otras estrellas como Chinaglia, Platini, Blokhin o Rummenigge. El espectáculo estaba garantizado, pero Johan, jugador diferente donde los haya, consiguió que el colegiado José María Miguel Pérez terminara desquiciado y lo expulsara, algo insólito en un encuentro de estas características. Nunca fue amigo de los árbitros, y quedaba muy reciente el "Caso Melero", donde en un partido de la temporada 1976-77, Cruyff fue expulsado según el acta por llamar "Hijo de la gran..." al colegiado. Tomando la versión del futbolista tan solo dijo "¡Manolo, marca ya!" (refiriéndose a su compañero Manolo Clares). Eran las cosas de Cruyff.

Tras aquel encuentro benéfico, la rumorología se dispara. Johan quiere volver a jugar en Europa, y si puede ser en Barcelona mucho mejor. Afirma que tiene cuerda para rato, y además, su sueño de futuro es llegar a ser entrenador de la primera plantilla del Barça. En el club azulgrana no gustan las noticias que dan por hecho su fichaje por el Espanyol a inicio de 1981. Los blanquiazules buscaban clasificarse a la Copa de la UEFA, y la "Cruyfficación" vivida con el posible fichaje del crack mediático, dispara la euforia. El Espanyol había sido históricamente un cementerio de estrellas, acogiendo la parte final de las carreras de futbolistas como Czibor, Rial, Kubala o Di Stefano. Pero a Cruyff se le miraba de forma distinta y los aficionados esperaban un futbolista con capacidad suficiente para marcar diferencias.

No al Espanyol

"Donde dije Digo digo Diego", y tras prácticamente aceptar su fichaje por el cuadro "periquito", Johan comenzó a driblar fuera del campo tan bien como lo hacía cuando tenía rivales en frente. Por un lado sus contratos de publicidad (que incluían ropa deportiva, perfumerías y todo lo que pudiera venderse aquellos años) y por otro las deudas, embargos y juicios a los que Cruyff se enfrentaba, complicaron llegar a un acuerdo con el futbolista. Compuesto y sin Cruyff se quedó el Espanyol, y en ese momento el holandés inició un auténtico rastreo por el mercado futbolístico, consciente del filón comercial que su figura representaba. Se habló del Arsenal y el Chelsea, e incluso del Betis y el Sevilla. Una alternativa con peso fue la del Dumbarton, club de la segunda división escocesa que soñaba con Cruyff, pero la opción sonaba a broma, como a burla tomaron muchos el interés del Levante UD, que con su presidente Francisco Aznar viajó a Ámsterdam para intentar contratar al astro holandés.

Johan I de Holanda le llamaron algunos, porque el futbolista se subió al carro de las condiciones, dando esperanzas y después largas a todos los equipos que se sumaban a la puja, e incluso cancelando a última hora vuelos que anunciaban su presencia en la ciudad del club por el que supuestamente fichaba. "Hoy estamos cerca de firmar, pero tenemos que ver condiciones de negocio " era su respuesta preferida, de la misma forma que tiraba por la borda o se retraía en una operación casi cerrada. Fueron meses de auténtica especulación , y cada día el futbolista presentaba junto a su suegro y representante Cor Coster, una nueva propuesta "que se concretaría en pocas horas". Con el Levante en estado de desesperación, intentando reunir el dinero suficiente para cumplir con las exigencias de Cruyff mientras sus jugadores no cobraban y el club tenía sus ingresos congelados, el "flaco" anunció el interés del Leicester con la intención de tensar todavía más la cuerda; los ingleses le ofrecían 5000 libras por partido, una cifra que le convertiría en el jugador mejor pagado del fútbol británico, con un contrato que superaba incluso los honorarios percibidos por George Best un año antes.

Cruyff, de nuevo azulgrana

El Levante estaba cerca de conseguir el ascenso a primera en 1980-81. Las metas eran claras; contratar a Cruyff daría al equipo el impulso deportivo necesario y con él, debería cuadruplicarse el número de abonados, al margen de las ganancias que pudieran obtenerse en los diferentes partidos amistosos que el club ya comenzaba a preparar, adelantándose a la contratación de la estrella. La posibilidad era muy golosa, aunque el recelo en la plantilla era enorme, ya que entendían que se vivía un agravio comparativo, y que la opción prioritaria del Levante debía ser la de saldar sus deudas con los integrantes actuales del equipo.

Mientras tanto Cruyff seguía en el mercado. Sporting de Lisboa, Birmingham, Colonia, Charleroi, e incluso el Barcelona de Guayaquil, se plantearon el fichaje. Era tanta la expectación generada que las llamadas de la prensa en su domicilio de Ámsterdam fueron la tonica general durante ese tiempo, y en ocasiones Danny, su esposa, leía telefónicamente comunicados sobre el estado de las negociaciones que el propio Cruyff había dejado escritos.

Pero tras mucho estirar la cuerda y sortear los escollos federativos que retuvieron la ficha de Cruyff hasta que el Levante no hubiera satisfecho sus deudas, el mesías llegó a Valencia. Vivir en una ciudad bonita para su familia era importante, pero antes de firmar, incluso se especuló con una opción que rozaba el esperpento total; que Johan tuviera su residencia en Barcelona y se entrenara en el Camp Nou, viajando sólo para disputar los partidos.

Debutó ante el Palencia con la camiseta azulgrana. Mandó, dirigió, ordenó y dejó detalles de su clase. El equipo venció y Cruyff se llevó gran parte de la taquilla como así estipulaba su contrato, a años luz de lo que percibían (o no, porque no cobraban) sus compañeros. Viajó a Granada siendo la auténtica atracción, y una semana más tarde se lesionó en su estadio jugando ante el Baracaldo. Cundió el pánico, pero tranquilos... Cruyff estaba bien.

Su estado de confianza era alto, e incluso volvió a ser convocado por la selección holandesa. La "Naranja mecánica" apuraba sus opciones de clasificación para el mundial de España, y en plena época de desesperación, Kees Rijvers llamó a Cruyff para el encuentro ante Francia en el Parque de los Príncipes. Pero Johan volvería a ser el protagonista gracias a actos extradeportivos. El Levante visitaba Mendizorroza, el estadio del Alavés, y Johan era la gran atracción, pero no se vistió, ya que llegó la noticia de que su mujer había sido internada en el hospital valenciano "La Fé". El futbolista salió de la capital vitoriana en coche y recorrió España, plantándose y renunciando a participar esa misma semana con Holanda, una federación con la que además tenía de nuevo problemas por la firma deportiva de su camiseta.

Dos goles ante el Oviedo fueron su único bagaje positivo en el Levante. El "flaco" manifestó que estaba ofreciendo un buen fútbol y que sus compañeros eran culpables de la mala situación, ya que no le daban los galones que él reclamaba. Pero el holandés quería cobrar su suculento contrato, y el Levante no tenía posibilidad de pagárselo íntegramente. Algún medio de comunicación pedía en tono de "sorna" el dinero para Johan, ya que al fin y al cabo, tras su llegada había mantenido al equipo en la zona templada de la tabla (llegó cuando era tercero). El Levante quiso que Cruyff estuviera tan contento y adaptado que incluso cesó al técnico Pachín para contratar a Rifé, amigo y ex-compañero de Johan.

Pero ni por esas. Cruyff firmó actuaciones muy mediocres, eso sí, ordenaba y afirmaba con seguridad como debían hacerse las cosas, con el carácter que le caracterizaba. A final de temporada se fue a Barcelona a jugar el homenaje a Asensi al mismo tiempo que su equipo tenía partido oficial, aunque ya intrascendente. La respuesta de Johan a su enésimo acto de indisciplina fue: "He venido a este partido para que luego no digan que sólo juego por dinero, además, el Levante ya no tiene opciones en la clasificación".

Salió del club como un mal sueño. El Levante no olvidó su paso, que quedó grabado como un error histórico. El conjunto "Granota" le ganó la batalla a todos en la contratación del genio. Se adelantó a los muchos clubes que pretendían contar con el talento inmaculado del gran Johan Cruyff, pero el precio a pagar fue demasiado caro, una lección dolorosa para casi todas las partes. Fue la historia de unos meses insólitos... el culebrón de Cruyff y la segunda división española.

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