Champions: Finalistas en su propio estadio

Bayern sigue el mismo camino que Roma, Inter de Milán y Real Madrid

El punto entre el éxito o la opción perdida, entre la fama histórica o el olvido inminente, entre la gloria económica o el desastre financiero. La Final de la Champions League es la cúspide del rendimiento futbolístico, de la competitividad extrema y de las estrellas mundiales. En contextos tan equilibrados, cualquier aspecto favorable se antoja determinante aunque hay uno que, tan inusual como debatible, ha tenido diferentes consecuencias cuando hizo acto de presencia. La localía, el poder jugar en tu propio estadio y tener el apoyo global de la ciudad, es un estímulo enorme y de máximo orgullo para los jugadores aunque también representa una presión añadida al ya de por sí determinante entorno de una final europea. El Bayern va a sufrir o disfrutar esas sensaciones este sábado aunque ya lleva meses comprendiendo que, debido a la organización del Allianz, su enfoque prioritario para la temporada estaba puesto en este sábado 19 de mayo por encima de cualquier otro reto.

En esa misma tesitura se encontraron tres equipos con anterioridad y el recorrido, acabó felizmente en dos de las tres ocasiones en las que el equipo anfitrión disfrutaba de la finalísima en su propio estadio. Un porcentaje alto que, teniendo en cuenta la fortaleza del Bayern de Múnich durante este curso (sólo ha perdido dos partidos), parece ajustarse muy bien a lo que desea proyectar en suelo bávaro el gigante muniqués. Por el contrario, el Chelsea tiene motivos para aferrarse a la estadística pues cada vez que su rival cayó en sus paredes, fue para descarrilar posteriormente en sus proyectos e incluso la única vez que un equipo visitante venció al local en una finalísima europea, resultó defender la bandera inglesa.

REAL MADRID (Santiago Bernabéu, 1957)

El Real Madrid de las ‘cinco copas’, una generación histórica, sumó su segundo entorchado continental en 1957, en el estadio que llevaba el nombre del que por entonces era su presidente, Santiago Bernabéu. Era el equipo de Marquitos, Miguel Muñoz, Kopa, Rial y los dos goleadores de aquella noche madrileña, Di Stéfano y Gento. Los blancos vencieron (2-0) a la Fiorentina de Beppe Virgili, Miguel Montuori o Julinho Botelho, en un ambiente como pocas veces se recuerda con 120.000 personas en las gradas.

[video:http://www.youtube.com/watch?v=kdKNXsmwKds]

INTER DE MILÁN (Giuseppe Meazza, 1965)

No hubo que esperar demasiado para ver repetido ese panorama pues en la final de 1965, el Inter de Milan tenía que dar la cara ante el Benfica en un Giuseppe Meazza que esperaba que sus neroazzurri lograran el segundo título consecutivo. Unos habían llegado a la final con enormes sufrimientos mientras los lisboetas, con Eusebio estelar, se había paseado. Sin embargo, las pésimas condiciones meteorológicas mermaron ya no sólo el césped (lamentable), sino las posibilidades reales de ambos equipos. Un solitario tanto de Jair adelantó a los italianos poco antes del descanso y acabó siendo decisivo en una de las finales más decepcionantes de la historia.

[video:http://www.youtube.com/watch?v=J94DvYKG1nA]

ROMA (Olímpico de Roma, 1984)

El único ‘varapalo’ como organizador de una cita decisiva en Champions, lo vivió un equipo que hubiera estrenado su casillero continental y que podría haber trastocado notablemente su historia si hubiera vencido aquella finao. La Roma, apoyado por 70.000 tifosi en un Olímpico irrepetible, cayó en 1984 contra el Liverpool. Curiosamente los Reds ya habían conseguido en ese mismo estadio su primer título años antes. Phil Neal abrió el marcador y Puzzo logro igualarlo y hacer mejorar a los capitalinos que, mereciendo mayor premio por sus ocasiones erradas, llegó temeroso a la tanda de penaltis. Allí el protagonista que más brilló y que pasó a la historia por su ‘baile’, fue Bruce Grobbelaar. Conti y Francesco Graziani fallaron, y Alan Kennedy transformó el tanto de la victoria para los de Joe Fagan. Era la primera vez que la competición se decidía desde los once metros y los giallorossi se convirtieron en el primer equipo en sufrir la celebración rival en su propio estadio, guardando aún hoy ese terrible recuerdo como algo exclusivo y sin precedentes.

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